Carolina Massola: Planetaria

f_c_massola_telesAdelanto de Planetaria, tercer libro de poemas de Carolina Massola, que publica  el sello Modesto Rimba. A continuación presentamos una muestra de los poemas y un comentario de la autora acerca del proceso de la obra.*

Carolina Massola es poeta y traductora. Nació en Buenos Aires, ciudad donde reside. Perfeccionó sus estudios de francés en Francia – Sorbona (París IV). A su regreso cursó estudios de Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Algunos de sus poemas han sido publicados en la Revista de poesía de Madrid El Alambique,  en la revista Prisma N°12 de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y recientemente en la Revista de poesía francesa ARPA Nº115-116. En 2009 publicó Estado de gracia, libro de poesía incluido en la colección Fénix de Ediciones del Copista (Córdoba). En 2013 publicó el libro de poesía La mansedumbre del pez en Zindo & Gafuri (Buenos Aires). Ambos libros traducidos al francés por Yves Roullière. En 2016, algunos de sus poemas fueron incluidos en el libro Arpegio de la colección “Rapsodia, ensamble de voces”, publicado por Ediciones El Mono Armado. Actualmente trabaja en la traducción del poeta francés Jacques Dupin. Dirige los siguientes blogs: La Ciudad de los Espejos y Esquirlas sobre el Puente.

 

Poemas de Planetaria

En esta arqueología estelar
existen órbitas desertadas
las estrellas saben caer
de ellas,
arrojarse a los vacíos de un viento
entre uno y otro brazo
buscan el centro van hacia la noche para incendiarla
recrean una y otra vez
los gestos de un Dios

*

En esta arqueología estelar
las estrellas abandonan sus órbitas
van hacia un centro buscan
curvar una luz propia oscilar
sobre mareas de nadie
perderse
en la maleza cósmica

*

¿Por qué migran las estrellas?
¿De dónde les nace ese instinto?
¿Buscan inventar un destino donde permanecer?

o
sencillamente esas migraciones estelares acontecen
por algo más que iluminar
como única certeza en esta noche espiralada.

*

Crecen mapas estelares
expanden en silencio su materia
arrojan puentes a un espacio remoto

sendero intransitable

un cinturón de objetos tenues
orbitando en manada
al mismo Sol

*

partes de un Todo
como un mantra indescifrable que crece
entre cornisas de puentes de polvo y gas
silban una melodía que brilla, nos empujan
sobre océanos continentes de todo
lo múltiple lo indiviso

*

existe esa bondad de incendiarse a sí mismo
en cada Sol
por alumbrar un tiempo remoto
ese delirio de girar con una constancia enfermiza
acompaña el gravitar de sus mundos

en todos
crece la vida en lo que agoniza

*

ningún sol
tiene la soberbia de brillar

*

en la confusión de los soles se debate la vida
hasta que estallen su fin
hasta que agoten su propio alimento
en un combate agónico
arrasan con la noche

en un gesto amoroso
derrumbándose / devorándose entre sí

*

No sé si el instinto del Sol será apiadarse
o rugir en lo vertiginoso del viento
pero los cielos están en llamas
arden como fieras encerradas
roen los pasillos de cada galaxia
hasta agotarse desenfrenadamente hasta explotar
en la sequía temperamental del elemento

*

ríos de luz inundarán sus cielos
ríos de luz en corredores vacíos

una flecha de fuego destrozándolo todo
una flecha de fuego tensando la noche

*

¿Habrás de imitar el fuego,
el frenesí de sus cuerpos,
ese girar orbital, las ansias
de devorarlo todo,

la insistente expansión de los mundos?

Fracasa

hay un dulce y grave tironeo donde sucumbir
arrojados de Dios.

*

Sólo puedo ir hacia el vacío
buscar ese Universo que se desgarra
lejos
muy lejos de atmósferas tenues
en las distancias colosales
entre una estrella y la Nada.

Son miles de años luz, es cierto
y ya no importa si ese Sol viene a incendiar mis naves
o naufragar donde se pierdan las estrellas.

Voy hacia el vacío
como caí una vez en el olvido
o en una bruma de escarcha azul
tan sólo frío.

 

 

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Planetaria, de Carolina Massola, Buenos Aires, Modesto Rimba, 2017

* Nota de la autora.
A partir de una observación del cielo a ojo desnudo, sin ninguna intención anterior, nace la “motivación primera”. Esto instala en mí el deseo de llevar adelante la difícil tarea de decir o nombrar esa materia o material si se quiere. Hubo algunos intentos que descarté. No era eso lo que esperaba. La materia con la que pretendía trabajar o peor aún, la “materia” que pretendía decir ya había sido harto nombrada en diferentes momentos y culturas de la humanidad, cada una con su propia cosmogonía. Desde allí comienza un recorrido extenso, lento y difícil. ¿Cómo nombrar eso que nos conmueve a tal punto que necesitamos nombrarlo? ¿Cómo lograr una voz, una voz que lograra restituir lo que la mirada pretendía traer?
Las fuentes elegidas como sustrato del texto me parecen fundamentales aquí. Lo más acertado como fuente era procurar, a mi entender, un acercamiento desde la Astronomía, lo más certero desde mi tiempo. Comprendí que funcionaría como eje del trabajo. Necesitaba aproximarme al menos a, poder hacerme la idea de qué estaba compuesto y cómo funcionaba ese cielo. Entre el 2006 y el 2015 asistí en dos momentos del proceso (uno al principio y otro al final) a los cursos que el Planetario de la Ciudad de Buenos Aires dicta –hasta este 2016 y esperemos siga así– en forma gratuita. Todo fue una exploración, un trabajo de acercamiento, tomar notas y más notas sin pensar en la finalidad.
El trabajo de exploración ocupó muchos años y mucho placer. Nunca hubo, desde ya, una intención de decir desde un saber. Al mismo tiempo no estuvo nunca la necesidad de un yo. Al contrario. Fue un excelente ejercicio, una necesidad de ausentarse ante lo que debía hablar. Todo eso que se había observado con atención debía ahora ser atravesado por el silencio, asentarse en él, para quizás y con suerte devolver una condensación poética de algo tan inabarcable. El resto fue esperar. Nada debía ser forzado. Durante meses, incluso años porque el poemario tiene dos momentos, los poemas fueron naciendo. Y con cada uno se alzaba un modo de decir que iba construyendo la unidad que creo logró. Fue un proceso muy largo, de mucha espera. Mucha escucha a la intuición para comprender que seguía faltando algún elemento.
Con paciencia, sin urgencias y con amor se llegó a Planetaria. En un punto del proceso pensé que debía olvidarlo. Era fundamental lograr una tensión, llegar al punto que pretendía del trabajo. Imposible lograrlo sin traer de algún modo esa violencia atroz que respira el universo. Sin advenir a eso, no era posible ni necesaria la publicación. Una vez lograda la tensión que yo esperaba y cuando supe que había advenido el libro, la busqué a Claudia Masin para darle, si era posible, un último ajuste que potenciara más todo. Si tengo que enunciar una intención última creo que es lograr bajar ese cielo, ese misterio a una hoja, lo que es, sin lugar a dudas, un deseo casi imposible de llevar a cabo. Pero también y sobre todo, lograr que la mirada de quien lea esto, vuelva al cielo…


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