Efectos de una narración lunar/ Desiderio, de Germán Arens

t_desiderio_g_arensDesiderio
Germán Arens
Club Hem
La Plata
2015

 

 

 


Por
Ana Claudia Díaz

“Hay algo en nuestras mentes/ que nunca se conforma”

En Desiderio, Germán Arens tiene un don, la mera palabra logra teletransportarnos a otro universo. Los poemas, como si fueran partículas de una misma corteza, mientras van construyendo el libro, van encendiendo nuevos imaginarios, poblados de planetas y seres desconocidos, de  rutas exóticas, mapas de un -aún- más allá, una extensión del límite de nuestra frontera: “…Siempre me invita a que lo acompañe/ a un planeta de diamante que orbita en torno/ a una estrella similar al sol y está ubicado en /la constelación del cangrejo”.
A medida que nos vamos introduciendo en el poemario, nos encontramos cada vez más de cerca con ese contexto que el autor crea para nosotros, a través de una descripción minuciosamente detallada, con referencias y coordenadas exactas. Como si fueran subtítulos de una película, un “off” que paralelamente ahonda, talla la imagen hasta lograr una silueta ideal de lo que quiere decir; alguien que llega a un nuevo mundo y no quiere que se le pierda ninguna primera percepción (se asemeja, de a ratos, a la mecánica de la descripción en el diario de las indias, de Colón). Las propias reflexiones o teorías vírgenes sobre ese espacio, una hipótesis. En los textos el lenguaje tiene un poder exquisito, las palabras son cuerpos presentes, soles, planetas, esferas y nos trasmiten como si fueran satélites las imágenes de los personajes y planetas narrados, nos contagian la visión, nos sincronizan, nos alinean con el eje del libro. El autor elige un recorte del paisaje, hace foco, lo resalta, lo sitúa en el cotidiano y construye a raíz de eso. El paso del tiempo va sembrando una estela, una distancia, una propia concepción del transcurrir. En donde lo primario/lo primitivo tiene un lugar trascendental. Un ejemplo de esto es que los años en Karcak duran 18 días.
Desiderio es una luna en la que vive el protagonista, el “yo poético”, la voz que relata: “mi presente es una mosca en tu cielo”.  La narración se desenvuelve como si fuera una cebolla, se va develando en capas, una imagen se desprende de otra y así nos puebla de texturas, de colores que se convierten en termómetros de sensaciones a lo largo del texto. “Las naves desiderianas/ están protegidas por campos/ eléctricos de color dorado. / Sus cabinas transparentes/ dejan ver a los pilotos/ como en una rana de cristal/ veríamos el tracto digestivo”. Definitivamente, la tierra/lo terrestre está muy lejos.
El libro se zarandea constantemente entre lo onírico y lo ficcional, y se vincula, directamente, con el concepto de Paul Virilio, que señala:  “(…) los relatos de ciencia ficción se dedican a describir las incompatibilidades entre nuestra presencia en el mundo y los diversos grados de una especie de anestesia de nuestras conciencias, que nos hace caer, constantemente, en ausencias más o menos prolongadas, más o menos intensas y provoca, con diversos medios, la inmersión instantánea en otros universos, mundos paralelos, intersticiales, bifurcantes, (…)”. El sueño, la premonición, lo que nos invade, lo extraterrestre, y la presencia de esa sensación que juega, constantemente, a simular ser real y la ficción dentro de la poesía, es lo que vuelve a Desiderio luna/libro un lugar al que todos querríamos ir. Un eco que nos queda resonando en la distancia.

Textos de Desiderio

 

Toole está del otro lado del río,
es otro pueblo; quizás con menos pájaros.
Su plazoleta no tiene reinas moras,
algo habitual en nuestra plaza.
En ambos pueblos el tiempo es lento.
Salvo nosotros y el río, poco cambia
lo demás con los años.

 

 

Desiderio, la luna en que vivo,
una de las tantas desconocidas de Saturno,
una joya en el cielo.

 

 

Desde afuera parece un ojo.
Su pupila, un gran volcán extinto
rodeado por diecisiete montañas.
Su iris, una fértil llanura surcada por tres ríos
que convergen en un globo ocular de agua salada
que refleja tanta luz como vida alberga un corazón caliente.

 

 

Desde Desiderio, la Tierra es un puntito azul,
un mínimo lugar en el cosmos.

 

 

Cierro las ventanas y miro el cielo.
Verifico que la llave de gas no quede abierta.
Apoyo mi cabeza en la almohada
y pienso que de haber acumulado más materia,
Júpiter podría ser un sol.

 

 

La vida no es solo un poco de carbono
y una mezcla de moléculas.
Para estar en todas partes basta con nacer.

 


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