María Negroni. Cantar la nada (2011) / Islandia (1994)

Cantar la nada, de María Negroni, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2011De Cantar la nada

De Cantar la nada

Educación sentimental

cuando pierdo la cabeza
con tanta esplendidez
como posible

y al borde de tu cuerpo
un lúcido arrebato
…….por algo que muy nunca
o tal vez
fue la estación sensible
o un carrousel de lunas
preparando
vaya a saber qué duelos

y yo no quiero que me vaya
yo coso el hambre con la ausencia
el fuego
…………a la ceniza
yo avanzo en el libro
que no escribo.

La máquina amorosa

aquella vez
que sigue siendo ahora

cuando yo
………….sílaba desnuda
no terminaba de desearte

 

Alteridad

este miedo
que se quedó
acurrucado en la infancia
………roba de lo que será
sensaciones remotas

peor que eso come
cosas
que ni siquiera ve

ladra
hasta no ser

sino un espejo astillado
donde mi vida aún
se haga y se contemple
y después
–si es que hubiera un después–
alza un bastión de palabras
………………entre un idioma extranjero
………………y lo extranjero de sí

no sé por qué
esta herida no me alcanza

 

0.0016 kilómetros de palabras
confinadas a un poema

curiosa manera de decir
un hombre camina por la muerte

lo atravesaban
formas
…………………..un poco arrepentidas
graduaciones
de lo que no tuvo

el aire
que inhala por minuto
el mundo
………..cada vez que se extraña
el resto
fue aritmética mayor

saber caer y no caer
evaporarse
como una herida transparente.

 

Haiku

¿qué pensás del atardecer?

a lo mejor mañana alcanzaremos el sol
en el jardín de lo indeleble

no es fácil saber morir
de flores inesperadas

 

*

De Islandia (Venezuela, Melvin, 1994)

 

En el teatro lírico de Islandia
–naturaleza muerta en primer plano–
su propio autorretrato la sosías,
de trazos en gramática releva
en retazos. En lullabay que dice:
sabidurías no fueran hechas para mí.
Estoy adonde estuve, una mano,
el codo apenas inclinado y un
rectángulo mudo: los ojos.
A Islandia no se llega atravesando
fiordos sino membranas de espacio:
dalias, lamés en demasía
y una fanfarria de aeropuertos
cuyas luces, con franjas de espuma
pudieran confundirse o vanagloria.
¿Laborioso derroche de soportes
o escritura flagrante
de lágrimas cansadas?

(…)

Descuida la emoción que parca
no hiciera de sí lindera arraigadura
el corazón opone en quieto gesto.
Dice no, que no es bailar en lisongero
son de racional pasión sino volearse
el alma el descantar. Intimidad o casera
cortesía es la razón, amarras pasajeras.
La que milita en el rimar, en algún
Lado la empatía ha puesto, no solo
Aduladora del espejo la frase
de su boca. Más le valiera recordar.
La muerte se pasea por Islandia
como por una cámara de espejos.

(…)

Este iris de su carnaval, drama
de formas, éste a diestra y siniestra
azul prisión, panegírico o apagón
final no fuera ni monstruosa elipsis
sino júbilo en la tripulación:
descenso en hélices hacia otra isla,
la misma. Qué búsqueda insistida
de tan hierática ilusión de un decorado,
no ha de mostrarla confusa sino ilustrar
mejor su irregular numérico
arte de jardín. En despoblados,
en intervalos pulsa la travesti
sus poemas. En un libreto
de escena pastoril teje un tapiz
de tiempo, de fósiles de luz.

(…)

Otro esplendor hubiera sido la historia
de un naufragio. Su Robinson narrar
en femenino sin dar el brazo a torcer
ni simular que Wellfleet o New London
indiferentes fragmentos de natura
le son. Pero aquella ­­que –inglesa
intensidad– los faros de Islandia
iluminan, natural tendencia a
reducir experiencia a nota trágica
no puede dominar. Prefiere anclar
en rumias. En una línea de vocales
claras que a su mentor temprano
pudieran devolverla, a decisión
de Usía, al happy end
de lo archi conocido.

(…)

Primero se pone una máscara:
Escafandra y gorro frigio, primogénica
In situ y subversiva. Está tramando algo
a mucha honra: ¿en Puente Pueyrredón?
¿en Lavallol? Después, prolijamente su coraje
dobla en la valija. En bandas de sonido se la ve,
circular delirio en su goleta, dirección:
incierta. Llegará, no quepa duda,
pero ¿a qué? ¿A trujamán de sí? ¿A su incantatio?
¿A escribir una postal desde Astor Place?
Soliloquio de viajera que –si ilusión
de atar no fuera, si arraigadura al revés
o confusión de dandy– la tomase cualquiera
por verdadera epopeya. A mí, que la espío,
su desorientación me maravilla.

 

N. del E. Selección: Marcelo D. Díaz.


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