Pablo Thiago Rocca

Cada hoja es un ojo / cada tallo un cuello

Selección preparada por Ana Lafferranderie

del límite

él
mi cuerpo
el irrepetible
mira con inquietud
la multiplicación de los astros

las imágenes similares le entristecen lo clonado la lluvia
de pantallas a veces se extraña él recelando en secreto
la distancia y el plagio nada aparente de los bruñidos

azogues que asalta el invierno
cuando bate la duda
y su enigma cobra
la consistencia
de lo efímero

 

edad del cuerpo

llueve sobre el mar
como una redundancia

estamos descalzos en el aguacero
hambrientos para la tarde
que es agua

fuimos hechos para cosas así
supongo
la arena se disuelve en la arena
el tiempo no guarda palabras

 

cuerpo en fronteras

dónde están los otros
sino en mí

espejo cambiante:
en ellos me proyecto
y me desconozco

nos sostenemos –sin embargo–
en la diferencia
me pertenecen –pienso
y extrañamente soy

De El cuerpo y su sombra (1997)

la visita

con los primeros rumores llegan / a cobijarse junto
a la mesa de siempre: / a cada cual le toca su
hogaza de pan / a cada cual la cuchara / el cielo
oscuro de la copa

en la tarde tibia / bajo una luz incierta / sus ojos
tienen hambre / sus bocas tienen sed de lo nuestro

pero los muertos no hablan
reunidos como cardenales en torno a la mesa

alguno por un instante recuerda / la vieja mancha
en el mantel / el brote de laurel en la cocina
alguno quisiera decir / simplemente decir
y la pupila se le llena de día

desde los cuadros / otros muertos inmóviles
los miran sin ver / y todo pasa bajo una escarcha
de fuego y espasmo

pero pasadas las seis / algo cala hondo en sus espigas
algo que no puede ser luz / cala hondo
en las espigas de sus huesos / y la pregunta asciende
entonces / inútil como una grieta / hasta el filo
de las gargantas:

dónde?
dónde estamos?

yo espío detrás de las cortinas de la conciencia
y el velo de las cortinas respira

 

verano

no es evidente / que la luz te toque / ni que las
hojas de los olmos / ciñan su verde al tallo / así
simplemente / bajo el tamiz de la tarde

igual compartimos / una hora de sombra
en un café / –ante el rumor de los extraños / el
gesto peregrino de unas manos– / y hablamos de
muertos conocidos / y de otros por conocer
como si todo este mar que nos rodea / fuese
posible / como si alguien  realmente
lo supiera

 

romanía

mientras desayuno en el hotel / colazione libera
inclusa
/ todas las mañanas veo a un ciego / que
me escucha comer / paseando su oscuridad entre
las mesas

sin gafas / lleva los ojos bien apretados / como si no
quisiese ver / como si intentara recuperar algo
entrañablemente escondido

pasea a veces / con las manos en los bolsillos
o tanteando las mesas con la punta de unos dedos
flacos / tiene la edad de sus pensamientos / el pelo
negro llovido sobre la frente / la camisa blanca y
discreta

no es una historia alegre la de este ciego / he oído
como lo retan / no llego a comprender bien por qué
niñez / lo he visto sentado solo / sumido en una
contemplación oscura y silenciosa / no sé qué cosa
busque entre las mesas / amanteladas de un rosado
pálido que / sin duda / le haría estremecer

tiene la edad de un terrible advenimiento / el pelo
negro incrustado en la sien / la camisa tenue y
modesta / no lleva bastón en mano / conduce de
memoria este destino / porque conoce el hambre
de los turistas indiscretos

 

álamos

la noche de los álamos dura un siglo / una mano
arracima el follaje / y expande su fruto negro
sobre el llano / y la techumbre erizada de antenas

el álamo se llueve hacia dentro / respira la savia el
último sueño / y a la mañana el cielo vuelve
acribillado por pájaros de miedo:
trémulo es el oído del mundo / y tu casa aúlla en el
cielo de los álamos / donde hay monedas
más livianas que su peso

cuando el viento crece / cargado de flechas
invisibles / y se hace palpable húmedo intermitente
se oye el batir de una palma verde / para el día
y una palma blanca / para el ojo de la  luna

es el aplauso leve de las hojas / la intención de las
raíces / es su carnadura / su batir el nervio

la orquesta está entonces en todas partes
se diluye como el aire en el fuego / –en el fuego frío
de la estrella–

porque cada hoja es un ojo / cada tallo un cuello
cada tronco una cintura / porque así la noche dura
un siglo / y los cuerpos que cuelgan / sagrados
suspendidos en el compás de la espera / olvidan
que en el cielo de los álamos / ya no existe el
tiempo

 

suburbana

cuando mariana saca naranjas de las cubas
repletas / y hay una que no termina de pudrirse / de
los caminos nacen carros / que traen / que llevan
los crudos / desvencijados soles

y el Gran Hollín de la Ciudad se abate / sobre los
rostros cercanos / de praderas iguales
y cardos enjutos

temprano hay que recoger las manos / los frutos
la ceniza / y el negro manto de tu día

cuando mariana saca naranjas de sus ojos
y esconde la vida / seca en los pliegues del viejo
mantel / desayuno:
de las ciudades traen muerte los niños

y sin duda todo es una infamia y no lo es / y sin duda
habrá que decirle esto a los hijos:

el campo grueso / la labranza / los árboles
clavados en el tedio de la siesta / cabrían en una
mano sola que se cierra / pero en la pulpa abierta
mariana / muerde el día

De Los suburbios de dios (2000)

la dicha es implacable

la dicha es implacable
los días se deshacen
a medida que tu cuerpo es

mil veces pedí que llovieras

la dicha es implacable
nos abarca
hacemos planes
para un futuro promisorio
tantas veces esperé

el sermón de tu montaña

pero
en las noches te desarmas
ceniceros vacíos escombros botellas
quimera implacable
si está lejos
no soy nadie

De Túneles para viajar por la carne (2004)

[hubo que encerrar los animales…]

hubo que encerrar los animales en el corral
dividir el mar por partes iguales
–treinta taleros de cobre–
hubo que claudicar el cielo olvidar
nuestros nombres y al fin cuando llegó
era una noche cualquiera
el día de tus abuelos

y no había más tierra ni más boca ni más sueño
La tormenta levantó los cables ató el fuego desatado
y las palabras que los niños traían en los bolsillos
cayeron de bruces –las palabras y los niños–

alguien podría haberlo visto
midiendo la sombra de unos pasos

fue como cuando trajiste al perro atropellado
en tus brazos y no supimos de despedidas
pero luego hicimos un lugar en la mesa
y repartimos el alimento
como de costumbre

 

[Entran…]

Entran en cuadro los albatros que son cinco, las nubes que no se sabe dónde empiezan o terminan y que parecen escapadas de una pintura holandesa. Luego asoman los brazos y una cabeza a ras de agua. Que un hombre y una mujer floten en el abismo no es extraño. Extraño es que el sol naufrague en un hervidero de bestias sin nombre y que vuelva a salir después de un rescaldo de estrellas frías. Que existan seres y sustancias sin ser vistas. Que todos esos cristales al caer se llamen lluvia o fresas de luna. Que se llamen copas las palabras dichas de un árbol a otro. Que haya una distancia entre tus pensamientos y el mío.

Entonces salen de cuadro los albatros, las nubes, los brazos.  Y nada es como si hubiera sido y es lo mismo, siendo otra cosa.

De Nada (2009)

epistolario

los domingos intercambiamos parientes
como cartas / esos trajecitos ocres
que nos ponen para ir de visita
son como sobres de manila
y nuestros ojos / lamidas
estampillas

así atravesamos el fuego de los siglos
hasta llegar a una chacra de melilla
comer dulce de higo y dejarnos besar
por tías hermanas de algún
diluvio

yo no sé que hago al pie
de un muro / con los bolsillos llenos de
manos y los puños cerrados
sobre una legión de hormigas

la tarde sofoca las palabras
del domingo / las tías incendian
un té benigno
los perros tampoco saben
lo que pasa

De La Hoja Nº 1 (2010)

pronombre

en el diccionario del perro
los dientes son todos caninos.
la palabra “amo” desconocida
como el color rojo y el verde

no el verde ni el rojo ni el amo: la palabra
dulzor antiguo entre los ojos
que miran lo bajo
–nunca los ojos mirando a los ojos–

en el diccionario del perro
el pelo es pelo munición abrigo
sin cielorraso ni cucheta
allí donde la luna cobija jardines desconocidos

el olor de la luna cada vez que le decimos “no”
el ojo de la luna entre los dientes
y el ancho batallar del deseo

diente: la palabra vuelta a su sílaba
al silabeo, al silbido desde los árboles
inmersos en lo oscuro

en el diccionario del perro la noche
es un pronombre apenas
que la mañana no sabe ni pronuncia

De Transversalia. Antología de poetas latinoamericanos y alemanes (2011)

I

los monstruos alados
y los leones
y los hombres con orejas
como asas de té

compartieron una vez
el mismo friso
treparon
los mismos árboles
tuvieron igual miedo a las estrellas

todo guardado en una caja de papel
escrito con palabras

pendiente al cabo
de un hilo de cobre
y el sueño repujado en el horizonte
marino

 

II

por los ojos de cumae
por sus flores
vienen los siglos

no estamos solos
cuando cruzas el patio
y cuelgas la ropa

los rotos palillos de madera
prenden el corazón de cumae

los ejércitos avanzan
entre la loza fenicia
y la plata dorada de sardis

caminando vienen
a verte
y tú cuelgas la blusa llorando
con las crines al suelo –goterones–

no estamos solos esta tarde
el cielo también es de ellos
–acanto y milenios–
hasta las hormigas lo saben

 

XIV

el deseo de dibujar un caballo
persiste me persigue
con el detalle de sus belfos
las orejas satelitales y la herradura que vi
un día clavar en el casco
con destreza de árbol antiguo

el deseo de dibujar un caballo cruzó
puentes levadizos barracas
escaleras noche
de oficinas y parques vacíos

es un juguete que viene a jugarme
desde una casa verde
donde mis ancianos riegan la sombra
de unas hortensias de hojas grandes
como grandes orejas caídas

De La bicicleta etrusca (2014)


Pablo Thiago Rocca (Montevideo, 1965)

Escritor, crítico e investigador de arte. Director del Museo Figari de Montevideo, Uruguay. Vive en Salinas, en la costa del Río de la Plata. Como poeta ha publicado seis libros, un disco compacto y participado en diversas antologías. Con Nada (Premio 2008 del Municipio de Montevideo) dio inicio a la trilogía heraclitana Las Vicisitudes del fuego, que prosigue con su último libro La bicicleta etrusca. Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y alemán.

Poesía
La bicicleta etrusca, Montevideo, pozodeagua ediciones, 2014
Transversalia Antología de poetas latinoamericanos y alemanes, Berlín, Verlaghause J. Frank, Edition Poylyphon, 2011
La Hoja Nº 1, Madrid, Publicación  Del Centro Editores, 2010
Nada, Montevideo, Estuario editora, 2009
Túneles para viajar por la carne, Montevideo, Artefato Ediciones, 2004
Los suburbios de dios, Montevideo, Ediciones de la Crítica, 2000
El cuerpo y su sombra, Montevideo, Ediciones de la Luna, 1997

Música
Piedra Plana (disco en co-atuoría con el músico Fernando Pareja), 2002

Links
Poemas. En Omnibus / Círculo de Poesía / Moebius en la Radio
Textos. «La superficie», en Amsterdamsur / «Innovar desde la tradición…»
Audio. En Audiomáquina, entrevista