Irina Bogdaschevski. Apuntes en los márgenes de la vida

Apuntes en los márgenes de la vida, de Irina Bogdaschevski, Buenos Aires, Añosluz, 2016 (1ra ed. 2012)

Aldea “Weng bei Altheim”

 Nos mandaron a trabajar a esta aldea (a mi madre y a mí nos ubicaron en la casa donde teníamos que cumplir con tareas del campo; mi hermana menor se instaló con mis abuelos en una choza abandonada que le adjudicaron las autoridades). Después de la muerte de mi madre los abuelos nos siguieron voluntariamente, eran personas ya muy ancianas y nadie se opuso a que nos acompañaran hasta nuestro destino. Siempre recuerdo agradecida aquel lugar y a aquellos campesinos austríacos que inesperadamente nos trataron con tanta consideración y cariño. Llegué allí con un fuerte ataque de fiebre reumática y la dueña de casa donde debía trabajar me cuidó como si fuera otro miembro de su familia. Le debo mucho, y a pesar de los sesenta años pasados, todo lo veo tan nítido, como si estuviera al alcance de mi mano. Allí un día de primavera vino a vernos mi mejor amigo, mi futuro compañero y marido. Él murió hace poco y su pérdida me supera, destruye todas mis ganas de vivir, ¡porque, –¿para qué seguir?, si una gran parte de mí misma desapareció! En aquellos días de Weng la vida era difícil, pero todo, todo lo hermoso se vislumbraba en el futuro, el camino doblaba tomando una dirección misteriosa, por donde asomaba el brillo del destino. La conciencia de mí misma recién se estaba despertando, todavía me faltaba asumir la responsabilidad de todos mis actos, solo en apariencia era un ser adulto, en realidad seguía viviendo en la infancia, –dura, conflictiva, pero infancia. La vida era una nube blanco—osada, la muerte de mamá la coloreaba de mucha tristeza, pero en poco tiempo volvía a ser tibia y acogedora como la almohada de la niñez. ¡Cuántas locas esperanzas, cuántos presentimientos absurdos! Y lo más absurdo fue que la mayor parte de los presentimientos se cumplieron, ¡aunque eso lo he podido registrar recién ahora, en esta mi vejez insólita!

 

“Matthausen”

Cuantas ideas y sensaciones insólitas pueden resultar, a la larga, signos de una época, y no tan lejana, realmente, pero tan alejada por las circunstancias históricas, que una la percibe como antediluviana. El mundo en guerra, (el tiempo de la adolescencia), la familia forzada a abandonar su casa, llevada involuntariamente a otro país, donde dos semanas más tarde muere la madre a causa de las condiciones precarias que le han sido impuestas, y la orfandad hiere no solo a las hijas y al padre de las hijas, sino también a los ancianos padres de la mujer fallecida, y especialmente a causa de las sórdidas circunstancias de esta muerte. La imagen de un campo de trabajos forzados, detrás del doble alambrado, con torres de vigilancia y hambre y frío permanentes, que acosaban a jóvenes y viejos. Y ningún trabajo “normal”, algunos presos que se encontraban allí ya hacía dos o tres años, subían en carretillas grandes piedras a la colina para que los guardias empujaran estas piedras con sus botas de nuevo hacia abajo. ¡Un verdadero trabajo de Sísifo! El sinsentido, mezcla de crueldad e indiferencia, junto con el sonido del idioma que representaba para nuestras mentes lo mejor de la cultura europea y que ahora nos sonaba como una sórdida amenaza. Además nos acompañaba lluvia permanente y los lejanos amaneceres turbios que presagiaban la muerte. Las nubes deshilachadas que goteaban incesantemente, formando una sutil cortina entre mi mundo y el exterior.
Mamá muere en mis brazos en ese octubre, nos encierran –a ella puesta en una camilla– en una habitación pequeña, porque hay una inspección del “Gauleiter” de Viena, la mano derecha de Hitler en Austria, una bestia llamada Eigruber y nosotras, los trabajadores del Este (Ostarbeitern) somos una molestia. Se olvidan de mi madre muerta y de mí, hasta que un preso, que tiene turno de noche para la limpieza, un francés piel y hueso, nos encuentra al abrir la habitación, que estaba cerrada desde afuera. Y se asusta al encontrar una niña muy delgada con su madre muerta. Nos separa, llevando a mamá abajo, a la morgue. Solo se le ocurre preguntarme, si saqué de la mano de mi madre el anillo de bodas. Le digo que no, y él baja apresurado a la morgue con un pedacito de jabón grisáceo. Esto puede tener consecuencias muy peligrosas, y él lo sabe, pero unos minutos más tarde me trae el anillo de mamá, muy contento, y ubicándome en un rincón, me hace esperar el alba para poder dejarme ir. La pequeña, angulosa cara del francés ilumina para mí todo ese oscuro período de mi vida, es como una antorcha lejana en una noche cerrada. Para mi padre ese anillo de mamá era un tesoro, era como ella misma para mis abuelos… No sé, o no me acuerdo cómo se llamaba el francés, pero fue… ¡y sigue siendo alguien muy, muy cercano a mi corazón!

 

Nota del E. Textos recocigos de la sección «Apuntes en los márgenes de la vida (2001-2004, Villa Elisa)». El volumen reúne una variedad de escritos narrativos y reflexivos de la escritora rusa Irina Bogdaschevski, nacida en Belgrado (1928) y fallecida en La Plata (2016), que se radicó después de la Segunda Guerra en la Argentina, donde desarrolló una intensa labor como traductora.


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