Cacho Veldevere. ¿Verdad, Bonturo? (recopilación de Jorge Aulicino)

¿Verdad, Bonturo?, de Cacho Veldevere (recopilación de Jorge Aulicino), Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2017

Antes se decía «totalitario», Bonturo. Bueno, usted no leía La Prensa. Le juro, se decía así. No se percataban, no. Entiendo lo que me quiere decir: no se percataban de que el todo es la mayor fascinación, se mire del lado que se mira, ¿no? Cuando el diablo le dice a Fausto «soy el que todo lo niega», el alquimista dice: ¿todo? Eso le interesa más que la negación. Porque en sí mismo el argumento es contrafáctico, como ahora dicen. La evidencia no se puede negar. ¿El todo es más interesante que las partes, dice usted? ¡Ah por eso tarda en rebanar la mortadela!

«Corto y fuera», Ediciones Un Pueblico acá, Otro más allá, Tinogasta, 2011

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¿Para qué le pondrán a un hijo Maximiliano si después le van a decir Maxi, no, Bonturo? Sé que usted entrevé cierta intolerancia en mi observación, mas puedo jurarle que tengo curiosidad por saber cómo se toman esas decisiones. ¿El café en cápsulas? Sí, me gusta, no lo he de negar… Pero no va a compararme un destilado con una abreviatura. No, está bien, deje el colador de tela, use la maqui. La maquinita. Como quiera llamarla.

«Lilas tempranas», Ediciones Se Fue de Mambo, San Justo, 2015

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Hace veinte años que lo escucho decir «por ahora», Bonturo. Haga el favor, ¿puede deponer su pesimismo? No, no crea eso, no soy catequista. ¿Me ha visto poner purpurina en el Facebook, acaso? Ah, eso sí. Reconozco que hay que tener optimismo para pensar que usted le hará ascos al puchero.

«Más se perdió en la guerra», Edicieones Esa Colombina, Concordia, 2012

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Si nos ponemos ortodoxos… cosa que no haré, Bonturo, no me mire desorbitado… Si nos ponemos ortodoxos, decía, los románticos fueron unos reaccionarios de tomo y lomo. Adoraban la oscuridad, el Medioevo, las hadas, los castillos, los paisajes otoñales, la infancia, el estéril sufrimiento del amante. Cuando fueron revolucionarios, soñaron una revolución que nos volviera al pasado. No, si los admiro por eso. Me admiran esas complicadas cabezas. La suya no, Bonturo, no es complicada. Es sólo un poco, cómo decirle, ¿inaccesible? No, gracias, no me gusta el pescado.

«La Caída de la Casa Muñoz», Ediciones A Tomar Café a la Italiana, Sauce Viejo, 2012

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¿Advirtió, Bonturo, que en el free jazz los músicos parece que no supieran adónde ir? ¿No cree que pueda ser eso lo esencial del arte? Sí, sé que le gusta el tango, y que es verdad, que no lo dice para quedar bien conmigo. Pero allí los músicos se quedan en el mismo lugar… Lo cual es lo mismo, ¿no?

«Mi visita al Bronx y otros tópicos melódicos», Ediciones Nunca Falta un Buey Corneta, Duggan, 2014

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Iniciado hace un rato el tercer milenio, los poemas de los obsesos de la forma tradicional me hacen acordar, Bonturo, a un living de revista, en el que muebles, cortinas, luz natural, colores sugieren un confort civilizado y dulcemente melancólico. Tiene su efecto, como si la humanidad hubiese puesto en orden su vacío antes de ser abducida. Ni un pie con calcetín sobre la mesa ratona, ni un diario sobre el sillón, ni un vaso con un resto de whisky, ni una taza con marcas de los labios en el borde, ni el gato rayando el bargueño de carey.

«Milongas y pericones», Editorial I Want To Believe, Troncos del Talar, 2011

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Si me vuelve a decir la palabra interpelar en infinitivo o conjugada, no le invito más un café, Bonturo.

«Cahieres de manières», Editorial Qué Joder, Burzaco, 2011

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«Cualquier cosa que es digna de ser hecha es digna de hacerse en exceso». Mik Jagger.
Esto nos obliga a pensar seriamente en las cosas que son dignas de hacerse.

«Apuntes a una pragmática del rock and roll», Ediciones Si te he Visto no me Acuerdo», Nazca y Gaona, 1996

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El positivismo del que hemos mamado, diría yo, como chanchos, afirma que verdad es aquello que llega a nosotros por los sentidos, puede comprobarse y aun medirse, ¿verdad, Bonturo? Esto es: verdad es lo puramente en sí y para sí y nada tiene que ver con que sea o no bello, ¿verdad? Pues belleza es la forma. Pero además de que forma puede ser curiosamente una palabra emparentada con estructura, ¿cómo nos llegaría la verdad sino a través de formas? ¿No diríamos que es cierta o puede ser cierta una teoría porque todo es simétrico? ¿No diríamos que es bello un apotegma pues se mueve entre forma y sustancia? ¿Está más lejos la verdad de la belleza que Buenos Aires de Chascomús? Ya sé que no me va a decir nada, pero no use la camiseta dentro del short.

«Cuando La Salada era pileta», Editorial No te Hagas Eco, Luzuriaga, 1987

 


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