Telesio / Lucas Margarit


Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro
Lucas Margarit
Buenos Aires, Leteo, 2021


El espacio del poema

Por Carlos Battilana

Lucas Margarit se toma de un nombre para reponer, imaginariamente, un acontecimiento de asombro: “ver / lo que pocos han mirado”. Más que recurrir a los hechos minuciosos de un personaje histórico llamado Bernardino Telesio, filósofo y naturalista italiano del siglo XVI, apela a los movimientos levísimos de la imaginación que obran como instrumento de conocimiento. No el conocimiento histórico del pasado sino la indagación de un nombre que repercute en el presente a través de la poesía. Un nombre y un conjunto de datos dispersos, entonces, son las piezas con las cuales construir los textos de este libro.

El autor descree de la noción de totalidad; desfallece frente a la idea de recomponer aquello que el tiempo se encargó de quebrar, ocultar o disolver. Entonces acude a los fragmentos de la memoria y a los efectos de la poesía a partir de la sinécdoque. La sinécdoque no como figura retórica sino como disposición general de escritura. La parte por el todo. Narrar un hecho particular y tomarse de un acontecimiento mínimo pueden ser formas de iluminar un destino. El destino de Telesio fue desarrollar una explicación física de la naturaleza basada en la experiencia de los sentidos. Su lucha contra la tradición aristotélica del motor inmóvil y los condicionamientos metafísicos implicó un debate en oposición a la cita de autoridad como prueba de saber. A Margarit le seduce el fogonazo de la iluminación. Un episodio proyectaría, así, una existencia imaginada por la poesía, nunca conquistada por la razón ni por la investigación minuciosa del arqueólogo. Leemos acciones, episodios y pensamientos de una vida, la vida de Bernardino Telesio. Como el propio personaje, el libro postula el conocimiento parcial como puente de un conocimiento global; aprehender algo, y el resto conocerlo por analogía.

Telesio postulaba un saber físico a partir de una experiencia táctil. Explicaba que el frío y el calor eran fuerzas contrarias entre sí que se condensaban en la materia: “así el calor (en el Sol) y el frío (en la Tierra) / fueron principios contrarios / para la lucha por la materia”. El libro de Lucas Margarit es, efectivamente, un libro de la materia (recordemos otro poemario de hace unos años cuyo título es El libro de los elementos (2007)). Esa materia está allí, arrojada, abandonada o creada, quizás, involuntariamente por un dios distante, que enuncia de modo performativo y retumba casi bíblicamente: “dios dijo el ruido / y el ruido se fosilizó entre la madera”. Por eso, vestigios de nombres y de objetos propician la evocación de un clima más que la representación de una historia completa. Telesio se propone como un tratado sobre el asombro de un mundo lejanísimo. Un campo de sentido relacionado con lo pretérito rememora no la muerte sino la vida como un verdadero “sistema de la fragilidad”. Si bien el libro se satura de nombres antiguos, apuntes biográficos y fechas que reenvían a un ciclo vital, más que acercarse a un texto de impronta histórica o científica cuyo fin sería restablecer una realidad precisa, de lo que se trata en este caso es de una escritura que usufructúa esos elementos en pos de reconvertirlos y así configurar un universo propio.

Margarit parece recurrir a la competencia de sus lectores para descifrar los nombres que menciona: Stanilas Lepri, Pietro Vesconte, Abraham Ortelius, Joost de Hondt, Lopo Homem, Pietro Longhi, Cayo Julio Solino, el propio Telesio. Accedemos a manuales, diccionarios y sitios de internet y los reconocemos como personajes ilustres. Remiten a hechos de la trama histórica y a un sistema intertextual. Tengo para mí, no obstante, que si bien esos nombres pueden dotar de significado al conjunto, operan fundamentalmente como piezas de una teatralización. Más allá de que los conozcamos de antemano (o no), los nombres y libros mencionados representan piezas de una escenografía que reúne voces que fluctúan entre citas textuales, enunciaciones atribuidas al personaje de Telesio y una voz lírica que hilvana el orden de los textos. Margarit se empeña en recoger, con aparente pulcritud y minuciosidad, restos de la historia. Ecos de ecos. Seducido por los vestigios (materiales y discursivos), el autor transcribe una dedicatoria con la que comienza el libro: “A la necesidad de olvido para sorprendernos, una vez más, con aquello que ya conocíamos”. Esa oscilación entre olvido y saber es un principio que evoca la naturaleza archivística del libro tal como la postulaba Michel Foucault (“el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares”) con fines diametralmente opuestos a cualquier intención reconstructiva. Entonces, más que entender la noción de archivo como la suma de todos los textos que una cultura ha acopiado a la manera de documentos de su propio pasado, la dimensión archivística de Telesio sería que las cosas dichas no pueden amontonarse en una multitud amorfa. De allí la aparición singular del poema como acto enunciativo.

¿Cómo conocer a partir de los restos? ¿Cuál dimensión arqueológica sería la de la poesía? ¿Qué acto gnoseológico es el de comerciar con los despojos y los huecos del pasado? La escritura puede ser un instrumento de indagación y también el trazo que opera con las reliquias. Dividido en once partes, el poemario se concentra en las observaciones de Telesio que mira a través de instrumentos ópticos lo ínfimo de la materia, los cometas y otros fenómenos celestes. Sin embargo, vemos y conocemos fragmentariamente. Más que a un proceso de inferencia argumentativa, Margarit recurre a formas de la antítesis y del epigrama al unir elementos opuestos, y con ese gesto promueve una perplejidad de naturaleza paradojal: “aquello que no perdura persiste en el abandono”; “buscabas certidumbre en las cosas precarias”. Esa combinatoria de elementos antagónicos emerge como lenguaje a partir de una sensibilidad que los articula.

La observación de un mundo material por parte de Telesio le permite al poeta crear otro mundo, que es el de la escritura poética. Mediante miniaturas lingüísticas, fulgurantes y luminosas, el poema se abre a una lógica que descubre su inteligibilidad en su propio universo verbal. Se anula el principio de contradicción. La fe en los prodigios alquímicos de la poesía sigue intacta. Frente a la epistemología metódica de la ciencia física, Lucas Margarit recurre a la epistemología hipnótica de la ciencia poética. Así como, de acuerdo al pensamiento de Telesio, la naturaleza contiene sus propias leyes indiferentes a la intervención de Dios, del mismo modo el poema es un espacio que gravita sobre sí mismo construido con leyes indiferentes al espejismo de la representación. Si bien el libro designa un Nombre y teje su composición en un campo de tensiones (el frío y el calor; la antítesis como recurso retórico), en el caso de la obra de Margarit el poema sigue aconteciendo como irreductible a cualquier interpretación fuera de los límites de la afección poética. A través de esas aguas la poesía de Lucas Margarit navegó desde sus comienzos.



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Más datos y poemas del libro en op.cit. «Lucas Margarit: Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro»