Diego L. García: Una cuestión de diseño

diegolgarcia2La editorial Barnacle acaba de publicar Una cuestión de diseño, de Diego L. García. Compartimos información sobre el autor, una selección de poemas del libro y una nota de Diego sobre el proceso de escritura de estos textos.*

Diego L. García nació en Berazategui, Buenos Aires, en 1983. Es profesor en letras, egresado de la UNLP. Escribe poesía y crítica. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Esa trampa de ver (Buenos Aires, Añosluz editora, 2016), Una voz hervida (con ilustraciones de Ivankán, Jámpster ediciones, 2017), Una cuestión de diseño (Buenos Aires, Barnacle, 2018) y (Fotografías) (Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2018). Colabora en las revistas Jámpster y Transtierros, entre otras.

De una cuestión de diseño                         

recortar 10 palabras esdrújulas no
hacer que digan. igual república
o tráfico. crítico o púbico. la
lengua es un afiche en otro afiche.
el camión que vende huevos a 40 pesos
pasa por la ventana cuyo enrejado
pequeño impide sacar los dedos.
“política” sirve? una al lado de
la otra. plasticola en las yemas
de la ocupación inefable. nadie quiere
hablar e interrogamos con un vaso
de té ultra aguado. la descarga de
una táser puede cambiar tu suerte
eléctrico es otra. casi podés decir
que hace cada vez más frío
……
hiciste la tarea?

 

la seriedad es para unos pocos y
nadie podría notar cuando robo
dos o tres caramelos del frasco. algún
día caerá al suelo y estallará en pedazos.
sólo espero antes haber terminado
de cavar este pozo. ahí se reflejan. los ves?
son todos los rostros que deseamos

 

no tiene nada que ver pero en
el 69 cuando salió este tema
por los Stooges el gobierno de
onganía mataba a los pibes que
se manifestaban en rosario. no
diversión/resistencia. la evolución
en otra fase dirá “de la alegría”
(necesitamos que saques el pastel del horno)

 

todos esos recortes no significan nada
tampoco esa anécdota en la cocina mientras
preparabas un pastel de papas. no puedo
creer en el dorado de las palabras que
se hornean en 5 min. prefiero la mugre
de un restorán chino. una mesa en el
fondo oscuro y apestoso. ahí a lo mejor
lo que encontremos sea menos
amable con nosotros mismos

 

De Ensayo sobre un saco verde


(primera toma)

está incrustado en ese enunciado
sin poder estirar las piernas como quisiera.
algo en sí activa el modo automático y
“la guita me quema en las manos” es
un aterrizaje forzoso. no puede hacer
otra cosa para diluirse mejor. justificar
que no será mansa la lluvia este año.
él sabe cómo invertir las migas para
que el bocado sea completo. ella
se agazapa en el hueco que le ha donado
de espaldas para captar las primeras gotas
y huir a tiempo. da pena que la vista
sea tan agreste para su edad fumigada.
aparente trance que festeja más tarde.
que empaqueta para las esencias
de algún caribe. está incrustado
en un resto de palabra como un diente
fiero que no podríamos notar
sus manos sudadas pero inalterable
el peinado. cano abundante
contra la gravedad de toda noticia.
nada podría quitarle los méritos
en el set de batalla y las bambalinas
que cuidaron su pellejo. dice que hay pelusas
sin saldar pero igual parpadeamos
aliviados en la gracia de su tono
edulcorado por tanto burbujeo
en las muelas. qué sabríamos
el resto si no fallaran sus malabares
con fuego ajeno. las playas
mantuvieron siempre su vianda tibia.
y ahora es puro saco. un paño verde
que también se incrusta en el espacio
del diálogo que le toca. el mejor tajo
de carnicero vip. verde. incrustado

 

(segunda toma)

una mosca pasa una y otra vez
por la pantalla mientras trato
de organizar aquel diálogo. la película
se interrumpe y también el tipo
de saco verde debe esperar a que
las palabras justas entren en contacto:
fototropismo. él desea que los ojos
se electrocuten con su estilo
y toda esa folletería que trae
bajo la manga. se comporta
como si las palabras pudieran
ser tragadas en la grasa
de la carne molida. desaparecer
hacia la digestión de lo privado
quedarse ahí sin decir
nada sólo cumplir con las tareas
administrativas como
adular la grafía de lo adulterado a fin
de que todo se ponga en marcha
sin moverse un mínimo tramo. que
entre las paredes de la cámara queden
las grietas. no haya discusiones
ni planteos que impidan volver
al pie de una palmera artificial
hecha en bangladesh con los
cuerpos de los niños que sobreviven
a los terremotos. con las debidas
máscaras para expectorar lo panfletario
y facilista que tiene decir “bangladesh”
así anular la continuidad fracturada
Godard ha hecho un gran trabajo
con todos nuestros restos
el tipo de saco verde en un restorán
de juguete busca su ojo y su rebaño

 

(sexta toma)

está incrustado en ese enunciado
mantener el decasílabo sería bueno
para guiñar a bécquer captar
el alma de las cosas comentar
en las reuniones de las cámaras
frigoríficas de la poesía que todo
esto ha salido de un sueño y
que si el cementerio marino
es dador del epígrafe la cuestión
podría resultar beneficiosa
para el soterramiento de la escritura.
sabemos que son tiempos de lata
y nada huele a tantos signos de
exclamación la mer, la mer, toujours
recommencée que traduce 4 + 6 en
11 sílabas según el manual
publicado por la novísima revista
de filología francesa. también
lugones dijo que el canto del hombre
ciudadano prefiere las 10 sílabas a
diferencia del guacho que nunca
conoció. bien podría haber funcionado
esa estaca en un pulso de metrónomo
en lugar de entrar en tonterías como
todo eso de los discursos y las
fuerzas que nada tiene que ver
con la           P         O        E          S         Í         A.
el tipo de saco verde come
y dice al mismo tiempo que el pan
es el cuerpo de su impuesto cuando
las cosas marchan bien

……

valery sueña que nunca ha escrito nada en
la cubierta de un barco y el chillido del mar

 

 

* Nota del autor.

Una cuestión de diseño es un libro doble: el que así se titula y Ensayo sobre un saco verde. Decir algo sobre la propia escritura es complejo, sobre todo porque la mirada de afuera suele ser mucho más interesante. Pero intentemos. La primera parte puede definirse como un libro de recortes. Me interesaba ver cómo ese procedimiento, con mucho de escolar, podía complejizarse al ponerse en un plano visibilizado. Entonces la escritura pretende tejerse en el entre. Esos recortes surgen de videos de YouTube, fotografías de la infancia, cuadernos de clase (soy docente), revistas de consultorio, chats y conversaciones. La segunda parte surge de una anécdota real. Lo digo con trampa. Lo único real vendría a ser el ensayo por escribirla y así una filmación (algo de ese arte se cuela en modo amateur) fragmentaria del proceso de pérdida y captura. Hay un sujeto y una sucesión de planos que lo ayudan a fermentar como una bomba ética. Sé que es un término jodido. Tal vez el desastre político que vivimos desde hace unos años haya pesado para volcar el trompo hacia ese lado. Un tipo excéntrico comiendo en un restorán de hamburguesas es menos un-tipo-excéntrico-comiendo-en-un-restorán-de-hamburguesas que otras cosas. El diálogo de las dos series –visión del editor– genera uno de mis libros más espesos y menos amables. Y de algún modo, al releerlo, noto que eso va creciendo en el periplo horizontal izquierda-derecha. Pienso ahora ¿es eso leer? ¿es esa la lectura que pide este texto? menos ego: ¿qué tan absurdo es ese movimiento para la tarea de recortar palabras y pegarlas por uno de sus lados? ¿y del otro, qué dejamos?

 


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