Los malos hábitos / Diego Colomba

Los malos hábitos
Diego Colomba
Buenos Aires, Barnacle, 2023


Decálogo de ideas sobre Los malos hábitos, de Diego Colomba

Por Elena Anníbali

1.
“Podemos dar nuestra palabra. Pero, ¿podría/ alguien más que nosotros mismos/ dar fe de nuestros ojos?”

“Mirábamos alrededor / con lo que llaman el ojo / del espíritu.”

En la palabra está la palabra. La palabra hace sus cosas. Pero la experiencia sólo está en nosotros, con nosotros, solos. Palabra sobrevuela experiencia. ¿Palabra sobrevuela experiencia?

2.
En “Un adiós de corazón”, “un sueño no es más que una sombra”. Decíamos que la palabra ─ilusoriamente─ intenta llegar a la experiencia, pero si la experiencia es volátil, y es volátil el sueño y el encuentro de nosotros con nuestros propios muertos, ¿qué hay, entonces, para decir? ¿O por qué decirlo? Yo creo que estamos en el terreno de aquella clase de palabra que no tiene forma de capitalizarse, y es por eso que estamos en La zona donde comienza el lirismo. Para entrar a la poesía, hay que poder perder todo.

3.
La lírica de este libro, la lírica que comienza cuando termina lo que ─como conocimiento─ no se puede capitalizar, se asienta en el contacto con lo otro, la experiencia de lo sagrado. ¿Son sagrados los muertos? ¿Se invoca o convoca al muerto para alejarlo o para acercarlo? ¿Cuáles son las tradiciones en las que los que tienen la palabra la usan para acercar o alejar a los muertos? Si yo hablo la lengua de los muertos, ¿sigue viva?

4.
En “Un fantasma teatral”, Diego dice “no sabemos si es tu espíritu el que declama/ ─el espíritu no tiene voz─/ sobre el bien o la naturaleza del tiempo/ o es el mismo demonio burlándose/ de tus deudos.”

¿Hay falsedad en las palabras? ¿O es falsa su capacidad de transmitir una experiencia verdadera? ¿El muerto habla o habla el demonio? El demonio es el que transmite una verdad falsa, a través del muerto.

5.
Entre nosotros y la verdad está:

─un muerto

─la voz del demonio hablando a través del muerto

─la fuerza mediúmnica del poeta para trasmitir, para interrogar.

6.
¿Engaña el muerto, engaña el demonio o engaña la palabra? Si la palabra contuviera VERDAD, ni el médium ni el demonio ni el muerto podrían torcerla.

7.
Aunque la experiencia del sujeto es privada en más de un sentido: un muerto habla, pero es un muerto propio, el salto hacia lo arquetípico está asegurado porque todos tenemos un muerto a quien hablar, a quien preguntar.

8.
Si podemos hablar con los muertos, ¿estamos vivos o muertos? Alejandro Schmidt decía: somos muertos de vacaciones.

9.
Lo que yo llamo un acierto de este libro, o su belleza: se usa lo que se conoce para hablar de lo que no se conoce, pero aquello de lo que está hecha la oscuridad solo pide, solo puede ser dicho desde la palabra oscurecida.

10.
Interponemos lo conocido: gallinas, patios, comadrejas o estrellas para anunciar, develar u ocultar. Ninguno de nosotros aguantaríamos vernos del lado de la muerte. En el espejo de la muerte.


Visita del fantasma

No se ha movido ni una comadreja en el baldío.
Como si todos, en la noche, estuviéramos esperándote.

Te vimos, finalmente, traspasando el tapial
y la puerta tejido.

Podemos dar nuestra palabra. Pero, ¿podría
alguien más que nosotros mismos
dar fe de nuestros ojos?

Una estrella se corrió para iluminar la parte del cielo
que nos correspondía.
No era necesaria más luz. Mirábamos alrededor
con lo que llaman el ojo
del espíritu.

Ninguno de nosotros teme infectarse por tocarte.

Cuando estés más cerca te saldremos al paso.
Te gritaremos que te detengas.
Te hablaremos de buena manera.

Nada por las malas se consigue
de una masa de aire
invulnerable.

Nuestros corazones en duelo te hablarán
tal como nos lo pide nuestro amor.

Solo el canto del gallo romperá nuestra ilusión.


Un adiós de corazón

Estabas pálido como la nieve.

Esperamos que esta noche nos vuelvas a visitar
con el reflejo de la luna.

Hasta entonces sería bueno serenar
nuestros crédulos oídos.

El abandono del baldío sugiere fantasías de desesperación.

Pero el run run de las estrellas nos ha sosegado
como a las ranas y los grillos.

Nos hemos quedado dormidos en lo oscuro
─un sueño no es más que una sombra─
esperando el espectro
que nunca vino.

Solo nos queda ahora este pregón
y el olor de la mañana.


Un fantasma teatral

La tierra te parecía una fábrica estupenda: criabas gallinas ponedoras
hacías la huerta, mantenías el palomar, arreglabas lo que se rompía
y después de tu muerte tumbamos las barracas del gallinero
los surcos de la quinta se volvieron tierra inútil
ahora las hormigas trepan por los naranjos
los pájaros picotean los higos.

“Tengo el hígado de una paloma”, dice tu espectro.

Pero no sabemos si es tu espíritu el que declama
─el espíritu no tiene voz─
sobre el bien o la naturaleza del tiempo
o es el mismo demonio burlándose
de tus deudos.

¿Por qué organizar, si no, semejante escena
como un espejo que devuelve
dudosos reflejos?


Te llevaremos en el corazón del corazón

¿Qué demonio nos engañó como a gallina ciega?
¿O fue puro invento de nuestros sesos?

Por lo pronto, nuestro pescuezo está limpio:
sabremos guardar un secreto.

Palabras sin ideas nunca alcanzarán el cielo.


Un dolor le pisa los talones a otro dolor

Tenés los dedos duros como los dedos de un muerto.

Tu pala yace abandonada.
Su descuido nos infringe un último desgarro.
Nadie soporta el patetismo de tu quinta a medio hacer.

Es lamentable, pero tus surcos no durarán hasta el Día del Juicio.

El invierno ha recrudecido.

El agua trabaja sin descanso.


Caeremos como gorriones

Con la paciencia de la paloma hembra
te seguiremos encontrando en sueños.

Algún día romperemos el cascarón de oro.

Compartiremos un mismo silencio.



Links
Más datos sobre el autor en op.cit. «La rama del tiempo», por José Villa / «Diego Colomba: La hospitalidad del mundo»
Más libros de Diego Colomba, en su página, aquí.