Lili Novy: Excentricidad y desprejuicio. Versiones: Florencia Ferre

Presentamos una crónica biográfica y una selección de poemas de Lili Novy (1885-1958), considerada la poeta más importante de la cultura eslovena. Como solía suceder con las escritoras, escribió mucho, publicó poco y tuvo una tirante relación con el ambiente cultural de su época.

Por Florencia Ferre

Imagino a Lili Novy con algún eco de Marosa di Giorgio y algún otro de Delmira Agustini, bastante más discreta, pero con su desenfado, su extrema sensibilidad y su porte un poco excéntrico. Esta dama aristocrática de la Belle Époque se educó en su casa –incapaz de soportar el corsé de la escuela–, obtuvo la más cabal formación de la cultura centroeuropea, y dio a su tiempo algunos de los poemas más apasionados jamás escritos en lengua eslovena.

Nació como Elizabeta Haumeder en Graz, Austria, en la nochebuena de 1885, de Guido Haumeder, un oficial del Imperio Austrohúngaro de una familia noble del Tirol y de Ludovika Ahačič, una hija de rica familia de abogados y hacendados de Vikrče pod Šmarno goro, Eslovenia, y aunque vivió en Viena, en Praga, en Rjeka, pasó la mayor parte de su vida en Ljubljana, en la casa que su familia materna compró en el centro histórico de la ciudad, y que es hoy un emblema arquitectónico, inmortalizado por su poema «Puerta oscura» y paso obligado de toda visita turística.

La unión de sus padres no era poco frecuente en esa época: los nobles centroeuropeos venidos a menos buscaban casamientos que les dieran riqueza; las familias ricas plebeyas buscaban el ascenso social en la nobleza. De modo que no era extraño que su madre considerara a su propia lengua “la lengua de la servidumbre” aunque la hablara en casa ni que una vez obtenido el ansiado ascenso social prefiriera el alemán para su vida de relaciones.

La infancia de Lili estuvo marcada por el mundo solemne del padre y el mundo agreste, próximo a la naturaleza, de sus abuelos maternos, en cuya casa pasaba largos veranos y donde su temperamento encontraba la expansión. Entre las anécdotas que la retratan está su encuentro con una víbora de arena, la más venenosa y agresiva de Eslovenia, con la que se quedan mirándose a los ojos hasta que la víbora se va. “Sentí una extraña tensión, entre el espanto y la atracción”, cuenta Lili en 1950. Otro día se encuentra frente a frente con la vaca Sivka –Lavanda–, que se le ha escapado a un peón de la finca de sus abuelos y corre y corcovea. Estaba tan cerca que la nena, Lili, no podía esquivarla, así que agarra a la vaca por los cuernos –escenifica el refrán–, y sale flameando hasta que consiguen rescatarla.

La casa sombría de la capital, donde los habitantes están «llenos de densos destinos» y la vida campesina y más libre en la finca de Vikrče, de la que dice: «los árboles vuelven hacia mí, amigos,/ y el helecho cubre mi cuerpo infantil» son los dos mundos en tensión que atravesarán toda la vida de la poeta y están, además, vinculados a dos lenguas: el primero, a la lengua alemana y el segundo, a la lengua eslovena. Creció entre institutrices que le enseñaron, además del alemán y el esloveno, griego, latín, inglés y francés.

Si para Lojze Kovačič la lengua paterna, el esloveno, es “la más escrupulosa de las lenguas”, que sin embargo le permite cantar “sus problemas existenciales, libre como un pájaro”, para Lili Novy, la lengua de sus abuelos maternos, el esloveno, es la fuerza luminosa de la naturaleza con la que entra en tensión la lengua alemana de su padre. Pero como veremos, esta relación con la lengua tiene ribetes singulares y contradictorios en el caso de Lili.

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Durante su adolescencia, que pasó en Viena, aprendió de memoria todos los poemas de Rilke, inspirador de los poemas alemanes, de la primera etapa de su obra. También entonces conoció a su futuro marido, Edvard Novy, un oficial del ejército austrohúngaro con quien tuvo dos hijas: Nives y Fides. Se casó con él contra el deseo de su madre, que temía que un oficial le diera a la hija el mismo destino que el padre de Lili le había dado a la madre: su padre, Haumeder, se suicidó por causa de la sífilis dejando una viuda eterna –no se privó de hacerle jurar fidelidad de por vida– de 27 años con una hija pequeña.

Efectivamente, en el año 1923 Lili se entera de que su marido le ocultó la misma enfermedad durante todos los años de su matrimonio. Resultó ser que el tío de Edvard Novy le había escrito un certificado de salud para la mamá de Lili, Vika, que no quería que su hija se casara con un oficial por la “enfermedad de los oficiales”. Cuando por los síntomas de la enfermedad deben viajar a Viena para que él reciba tratamiento y descubre el engaño, en lugar de “barrer bajo la alfombra” como exigía el decoro, Lili lo hace público, manda a Edvard a casa de su madre en Chequia, lo deja para siempre y le prohíbe volver a Ljubljana. Sus poemas “Espejo”, “Cadáver” y “Penumbra” dan cuenta de la marca que esta experiencia dejó en su vida.

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Era descuidada con sus escritos: no organizaba sus poemas en libros; publicaba en revistas, regalaba a los amigos muchos de sus originales, o los tiraba o perdía. Tradujo al alemán a Prešeren, a Cankar, a Murn, a Kette, a Gradnik, y a Goethe, a Heine, a Brecht al esloveno. Oton Župančič fue clave en su desarrollo poético y la alentó a escribir en lengua eslovena (además de que a él le interesaba que ella tradujera al alemán la poesía de él).

Sus únicos dos libros publicados Temna vrata, Puerta oscura –a sus 56 años de edad– y Oboki, Arcos, (de aparición póstuma) fueron editados por Josip Vidmar, editor, político, ensayista y uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional (NOF, por sus siglas en esloveno), con quien tuvo una larga relación de amistad. Lo conoció en 1925 a través de la poeta Vida Novak, que organizaba un salón literario en su casa. Las mujeres no escribían sin el “padrinazgo” de un intelectual varón en aquellos años, y excepción hecha de Zofka Kvedrova –la única escritora de su tiempo que se enfrentó a los prejuicios de la época y se presentó como escritora públicamente–, todas buscaban el aval de un escritor. Al igual que otra escritora de su generación, Luiza Pesjakova, escribía mejor en alemán que en esloveno, y eran Oton Župančič y sobre todo Josip Vidmar quienes corregían y pulían sus poemas.

En la provinciana ciudad de Ljubljana de la primera mitad del siglo XX, los habitantes de la ciudad la nombraban como la “condesa loca” por sus excentricidades y su desprejuicio. Pasaba noches enteras de café en café, de la casa de unos amigos a la casa de otros. En 1935 comenzó a publicar poemas en esloveno en la revista Sodobnost.

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Josip Vidmar cuenta que al principio era una “alemana fanática, que despreciaba a los eslovenos”, y que después de la Primera Guerra Mundial y al ir conociendo la literatura eslovena, cambió por completo su relación con los eslovenos. Cosmopolita y feroz detractora de los nacionalismos, después de la ocupación alemana en Eslovenia no volvió a escribir un solo poema en esa lengua.

Sin militancia explícita política o religiosa –se autodenominaba “pagana cristiana”–, fundó con sus amigas la Liga Lepe Lenobe (LLL, que puede traducirse como Liga de la Bella Holgazanería), un poco en broma y un poco en serio, porque, según dice su amiga Mira Mihelič, Lili pensaba –y pensaba bien–, que para el arte “hacen falta horas de ocio aparente, de reflexión y de maduración”. Sin embargo, a los 60 años tuvo por primera vez un empleo formal: fue correctora en la editorial Državna Založba Slovenije (DZS, la editorial nacional eslovena), para la que además comenzó a traducir literatura del alemán.

Única mujer incluida en la antología de poetas eslovenos de la primera mitad del siglo XX y considerada la primera poeta de proyección europea, la mejor de su generación, Lili Novy murió de cáncer el 7 de marzo de 1958.


Bibliografía

Video. Lili Novy, documentary portrait
Barbara Smajila, “2000 let Emone: Lili Novy – aristokratinja, ki je verze pisala na škrniclje”, Dnevnik, 12 de junio de 2015.
Jože Javoršek, Lili Novy 1885-1958, Ljubljana, Partizanska knjiga, 1984.
Alenka Šelih et al., Pozabljena polovica: portreti žensk 19. in 20. stoletja na Slovenskem, Ljubljana, Tuma-SAZU, 2007, pp. 207-211.
Mira Mihelič, Ure mojih dni, Pomurska založba, 1985, p. 147.



Selección de poemas

Puerta oscura

Oscura es la puerta de nuestra casa,
el alto vestíbulo en penumbra está.
En ella del sol los dorados rayos
jamás se han vertido ni se verterán.
La luna, tímida testigo,
su interior no mira cuando platea el frente.
Sólo la penumbra, bailarina leve
flota misteriosa en las piedras del suelo.

Y sobre el portal de afuera,
un hombre pétreo a sus hombros carga,
como si esparciera la belleza misma
delicado el balcón y de hierro las flores.
Su índice derecho está en los labios
hace un siglo y medio que se apoya ahí.
Aquí las preguntas no están permitidas,
destinos hay muchos, sobre muchos calla…

En los aposentos llenos de antigüallas,
sólo estamos llenos de densos destinos,
hechizados somos, con pasión, y enfermos
oímos los llamados incesantes: ¡Salgan…!
Y ya ansiamos todos abrazar distancia,
el viento nos tienta como un rico extraño,
pero no encontramos los caminos ciertos,
si nos preparamos a buscar fortuna.
Como si flotaran sombras tras nosotros
desde las columnas del viejo vestíbulo,
como si nos rodeara las manos en reposo
algo del sueño y así nos despertara
como si siempre viéramos ante nosotros
la campana en lo alto del llamador,
y nos llevara como en bello olvido,
la ciudad afuera, la nostalgia adentro.
Para otros canturrean campanas a la luz,
bajo arcos sombríos la nuestra nos llama,
a ellos los levantan nuevos días en el este,
las nuestras se apagan suaves hacia el oeste…

¿Qué has creado, maestro barroco,
que no conozco tu nombre ni destino?
Tus estremecimientos resuenan con los míos,
aunque eres desde siempre, entre los mudos, mudo.
Tu plan clandestino, oscuro, hechicero,
condensó la vida en una sola imagen,
la sensación fugaz y pasajera busca
encontrar la imagen tranquila y final.
Oscura bajo el hombre silente es la puerta,
el reflejo acaricia las flores del balcón,
los rayos nocturnos, los matinales, dorados
desde el más allá derraman su sonrisa.


Espejo

Ya fue pecado el empezar a amarte,
pues alzaste un espejo frente mí.
Ante él bebí un brebaje embriagador
mi cuerpo conoció de afeites todos
lo rodearon los más dulces vapores.

Por gratitud te di mi corazón,
como un anillo caro a un buen esclavo.
Mi cabeza apoyé sobre tu hombro,
pero tu alma jamás la conocí,
ni a resguardo en tu pecho he dormido jamás.

Pero vi una grieta en el espejo
un día triste y severo del invierno.
Te miraba y te eché la maldición
con deseo enfermizo surqué con la palabra
tu rostro como con una esbelta vara.

Mi anillo caro te quité del dedo,
parado a la intemperie te quedaste
en tu sucio gabán, gris de cenizas.
Tu rostro se opacó, y no volviste
a levantar los ojos ya del suelo.

Ahora vives en exilio como un muerto,
y yo me hielo en cuartos sin respiro.
¿Somos yo o tú, víctimas de antiguas faltas?
¿Quién conoce de los planes ocultos el sentido?
¿Quién ve en sí mismo el rostro sin espejo?


Cadáver

Alguien está posado en el fondo de mi corazón
como un cadáver en el fondo del mar.

Como si el agua meciera sus manos,
tiende hacia arriba, pero no llega a la luz.

Un pie se separa del otro dando pasos,
pero sigue tendido en el lugar.

Levanta la cabeza y es lívido su rostro,
su expresión es callada y abatida,

me mira fijo en silencio, con los ojos abiertos:
“Para ti, para mí, no hay salvación alguna.

¿Sientes mi peso, este enorme peso?
Yazgo en tu corazón como un cadáver.

Sopórtame por fin dondequiera que vayas
¡Carga conmigo en tu viaje postrero!”


Polvo

Dispersa como polvo leve
cae la penumbra sobre el día dorado
cae el temor en mi alma
en mi alma entristecida.

En la oscuridad están en un puño
el claro día y el alma toda.
El viento suspira tímido
donde encontramos la felicidad.


Antes de la primavera

Fría y silenciosa noche antes de primavera
respira en mi rostro un sueño pasado.
Hacia él más y más se adentra el camino,
todo es como fue una vez.

Poder de medianoche de ocultos encantos
le da al alma un saber maravilloso.
Comprendo el respirar de todas las cosas,
sus alientos se vierten en ellas.

El árbol alza ahora sus delgadas ramas,
alcanza débil luz desde el peso de la sombra,
alcanza las nubes que van

como redes suaves y plateadas.
Las ha arrojado por el cielo alguien,
que sigue añorando y desde siempre une.


Lluvia de otoño

La lluvia de otoño, que sin cesar cae,
cuenta tristes relatos;
como un viejo viajero que en la calle
revelara el pesar de sus oscuros días.
Y como ya es costumbre desde antaño,
se aquerencia otra vez este dolor taimado
que no quiere asomar de mi conciencia
que un amargo placer me da en su aroma.

Este aroma me embriaga cual semilla de amapola,
me acuna y me invita al lecho,
que está a la espera de mis cansados miembros.
La lluvia del otoño cae de las nubes
y cada gota quiere guarecerse
y encuentra su camino hacia la negra tierra.–


Penumbra

En la penumbra. Las sombras como tímidos venados
llegaron desde el bosque que oscurece.
Del lado cálido el cielo se descubre
florece el sembradío de las estrellas,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.

En el borde del cielo, montañas negras, crueles,
y los días últimos, sangre espesa.
¿Dónde fueron a llorar aguas de plata?
El último recuerdo en olas llega
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.

Los arbustos se enlazan con espinas,
todo teme y todo acecha.
El silencio responde a cada susurro del árbol,
ni el aliento del pájaro se arriesga,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.

El monte de mil brazos me amedrenta,
la mirada y el gesto me tensan el aliento.
No miro el círculo que se estrecha
siempre más como ojos vacíos,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.


¿Y no es extraño…?

Las noches son más serias y más frías,
aunque agosto acaba de empezar
y pienso que por fin y a fin de cuentas
soplará pronto el viento del otoño.

¿Y no es extraño? Flores y capullos
marchitan y se pierden en el polvo húmedo
y sin embargo –raro–, aún vive la vida,
en las entrañas de la tierra espera el recio brote.

Y la tierra sola, indescifrable,
se hunde bajo las olas de nieve,
pero aún sabe, en su deseo incansable,
que el mundo vuelve a entibiarse y a clarear.

Entonces será como el pez de Jonás,
arrojará al día su presa robada.
Su prole verde de lo bajo hacia la cima
peregrina sana, robusta por el sol.

Por eso no me importa si en agosto
por la noche el otoño ya nos mira.
¡Qué me importa mi época fría, larga, estéril!
¡Qué me importa el negro sepulcro fauce de pez!
Quien está vivo, vivo sale de todos los cambios.