Jeroglíficos en lengua romance / Sebastián Bianchi

Jeroglíficos en lengua romance
Sebastián Bianchi
Buenos Aires, Ediciones Lamás Médula, 2021


Misteriosa utilidad

Por José Villa

Texto leído en la presentación del volumen, en diciembre de 2021

Jeroglíficos en lengua romance es un conjunto de artículos informativos y ensayísticos que Sebastián Bianchi ha ido escribiendo y publicando en diversos medios aproximadamente desde 2017, muchos de ellos en nuestro sitio, op.cit. La deliciosa y florida trama fluye en una lengua casi neutra y a la vez incisiva. Recorre sus temas con serenidad, un elemento que el método y el estilo requieren para operar con precisión. Con esa calma une los viejos y marginales géneros de la época grecolatina y medieval española con las poéticas contemporáneas atípicas para extraer de ello una vigencia conceptual. Así el volumen informativo y el transcurrir de la especulación van formando una única musicalidad, que sucede aferrada felizmente a su objeto. A lo largo de los textos, y mucho menos en el conjunto, no se aprecia el intento de una demostración: no hay lo que podríamos reconocer como aseveraciones o conclusiones generales. Si quisiéramos aproximarnos a esa forma, deberíamos ir hacia el proceso de las frases, que permanecen en el trazo de un arco entre los procedimientos antiguos, poco utilizados, o raros, o regidos por objetivos hoy sin función, y la omnipresente contemporaneidad superhabitada por funciones poéticas, señalíticas e hipervínculos.

Todo lo que podemos leer y hacer en el orden de las plataformas digitales tiene su representación en el centón, el epigrama, el poema pictórico, el jeroglífico en ejercicio estético, el emblema, el pentagrama; formas de escritura basadas en la combinación de lenguajes, géneros y soportes. Bianchi pone en correspondencia el ingenio expresado en las antiguas normas con el temperamento y el sentido artístico juguetón de hoy. No obstante, no lanza una tesis de similitud o continuación entre Caramuel, Juan del Vado,  Lope de Vega, o Calímaco, y los autores actuales (léase David Wapner, Manuel Alemián o Mauro Lo Coco). No se abstiene, en un primer paso, de realizar esta argumentación, sino que directamente no la considera. Hay un juego y un juguete barroco propio de la literatura que solo es necesario reconocer.

Por lo demás, esta zona literaria que particularmente le interesa es parte de su escritura. Bianchi produce así una poesía que altera y a veces desbarata el sentido extremando algunos tonos, cuando se trata de un poema más o menos convencional; o combina recursos provocando gran dispersión cuando compone carteles o animaciones digitales. La escritura poética se encuentra en estos medios siempre buscando su fiesta, su existencia y transfiguración. Cuando escribe sobre temas de literatura actúa de un modo similar.

Tal vez, lo primero que hace es llamar al lector, y a sí mismo, a la curiosidad. El objeto nos despierta, declara automáticamente al lenguaje como un medio lúdico; es decir, una escena en la que la invención parece ser la causa. Esta idea tiene su correlato en la forma en que están escritos los artículos: minuciosa, descriptiva, gráfica, teniendo al lenguaje enciclopédico como paisaje de fondo. Los textos, uno podría decir, son didácticos, dado que buscan producir conocimiento en el desarrollo mismo de la situación creada, donde la lectura genera la estimulación intelectual y la autonomía literaria.

En los motivos y técnicas que Bianchi describe se ve el sentido compositivo que identifica como imagen del lenguaje: la sintaxis manierista, ingeniosa, virtual y sonora, de la escritura entrando en el espacio de los signos, procedimientos y soportes visuales. Así queda expuesto un artefacto modelado, futurístico, de misteriosa utilidad. El juguete hecho con el trabajo aplicado sobre la lengua reluce como objeto híbrido y experimental (un modelo de series siempre posibles). Bianchi recurre a la exposición veraz de los mecanismos; de ese modo elude las vías transitadas de las teorías respecto de la literatura, la historia, la comunicación o las artes; no hay prácticamente citas enmarcadoras (o legitimadoras); prefiere el recorrido por los engranajes de los géneros, las poéticas, o los recursos de los autores. De modo que la argumentación está constituida por los objetos elegidos más el despliegue de sus propiedades y efectos.

Así es como el lector se encuentra en una especie de bosque jeroglífico que podemos reconocer como textos no clasificables, raros, heterogéneos, experimentales, bizarros, vanguardistas, según quiera o pueda considerar. La mecánica de los juegos de palabras y de imágenes a lo largo de los artículos nos pone en la experiencia del lenguaje contemporáneo y sus múltiples escenas, que podemos ver en la publicidad, el diseño gráfico y la escritura de redes sociales (emoticones, memes, abreviaturas, tipografías, montajes fotográficos, afiches, volantes, viñetas). Hay en los artículos un maravilloso recorrido por diversas posibilidades del lenguaje, que siempre se manifestaron; siempre estuvieron. ¿Hacía falta que se nos dijera que siempre estuvieron? ¿No lo sabíamos? Sí lo sabíamos, pero se trata de una suma que se encontraba dispersa y que Bianchi se propuso organizar con cierta gratuidad para resaltar que en el lenguaje literario no hay nada dado, que lo importante son los espacios libres, increados, donde la emoción del lenguaje se puede experimentar renovada. El efecto de la lectura de toda esta puesta en acción es el de una sincronía literaria, que nos conduce a reconocer algo así como rasgos de la lengua que utilizamos, y a que nos vinculemos en un sentido de desconocida profundidad con ella. Ese reconocimiento es fugaz, y su sensación perdurable.

Por último, quiero señalar una idea personal y primigenia respecto de estos escritos. En la revista op.cit. publiqué varios de ellos. Desde un primer momento supe que podían y debían formar un libro. Principalmente, porque siempre me aseguraron como lector la presencia, la determinación, de un modo de ver su objeto; con un eje concreto, sin dispersiones, y con la claridad de quien se propone hacer lo que hace con el objetivo de hacer lo que hace. De ese modo me parece que el concepto y el objeto se vuelven corporales, y muy dispuestos al placer del entendimiento.



Links

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«Del centón a las confituras con divisa» / «Ecos, ensaladas y pentagramas con enigma» / «Emblemas, viejos poemas ilustrados» / «Juan Caramuel: Laberintos y artefactos«