Mariela Laudecina (1974-2021): «Que nos miren con la lupa del deseo» / Dossier

Dossier Mariela Laudecina / Reseñas / Reseñas escritas para este dossier / Selección de textos

Diez notas mentales sobre Poemas no humanos

(textos inéditos de Mariela Laudecina)

Nota y Selección de poemas: Marcelo Daniel Díaz

I. En septiembre de 2010 llegué a Córdoba capital, entré en una librería y me atiende Mariela Laudecina. Escribo poesía y tengo una banda, tocamos todos los fines de semana en un bar, me dijiste. En 2001 había llegado a La Docta en una suerte de exilio interior, como mochilera, trabajó de librera durante años, antes fue moza, y cantaba por las noches en diferentes centros culturales. A principios de este año que ya está pasando ella me preguntó por teléfono: por qué vivís en Río Cuarto, por qué.

.-.

II. Los poemas que leo llegan como de otra vida, como si alguien hubiese guardado cada verso en una cápsula para abrirla más adelante en otro tiempo, en una fecha cualquiera y de repente aparecen. ¿No es el lector un arqueólogo o un paleontólogo que recupera grafías y sentidos alrededor de capas y capas de tierra en un presente menos que circunstancial? ¿De qué manera llegan estos versos a nosotros? ¿Qué recorridos hicieron antes de llegar a mí esos textos? ¿Cómo fue esa trayectoria en un universo que de tanto expandirse por momentos pareciera ser que se va a contraer de manera definitiva?

.-.

III. ¿Y por qué el nombre “poemas no humanos”? Si la poesía acaso no es una propiedad y un rasgo distintivo de la especie de la que formamos parte. Hablamos. Decimos. Escribimos. El lenguaje es un arco tensado apuntando al corazón del mundo. Entonces qué sería lo que está del otro lado de nuestra geografía y de nuestra silueta humana: un quirquincho, una perra llamada Aimé, una bandada de palomas, un rinoceronte, elefantes, mamuts venidos de la edad del hielo, el esqueleto de los peces flotando en nuestras mentes y algunos unicornios alrededor de la bóveda celeste.

El universo se expande, decía, e integra el reino de los animales fabulosos y fantásticos y a las criaturas conocidas. Le sigue el reino de las flores y el de las plantas, árboles de diferentes colores y tamaños, radiantes en su declinación hacia los últimos días del planeta.

.-.

IV. ¿Nunca creíste que quizá tu nombre estaba inscripto en una caverna? Hace miles de años alguien anotó con una grafía infantil las letras de tu nombre y hoy resulta intraducible. ¿Qué dicen esas grafías? Ahora no estás, Sumatra está lejos, la gruta de Chauvet exige protocolos de seguridad, tendríamos que cruzar el Atlántico y en el silencio de las cavernas se escuchan ruidos como de tambores.

.-.

V. Juan Forn escribió: “Imaginen una canción que dura, no tres minutos, sino veinte o treinta años seguidos en nuestras cabezas. A veces la escuchamos, a veces creemos que no, pero sigue sonando en el fondo y algo en nosotros la escucha incluso cuando nosotros no”. Ahora Juan Forn tampoco está, como vos, pero esa canción compuesta con recursos precarios venidos como de otra era se ha convertido en un poema. ¿Qué dice tu canción?

En la gruta de Chauvet alguien me pintó
con pincel de futuro
por el bosque de Sumatra voy
a paso lento de rinoceronte
No se olviden de nosotros
que la vida es corta y maravillosa
oh oh oh que la vida es corta y maravillosa.[1]

.-.

VI. Me imaginé una obra en la que estuvieran presentes todos tus libros y entonces hace un año te escribí un poema:

Obra reunida

La enfermedad recuperó su estrella en año nuevo
estás unida a la vida
como las raíces de un árbol
–la analogía mantiene el resplandor sobre las formas–
no te sostiene el amor
cómo sería aprender a cantar
cómo sería aprender a decir yo
amparada en la luz;
lo que se pierde es la acústica del mundo
la narración anterior
fuiste niña, un ovillo se desató
y tejió tu nombre;
a mí se me abre el corazón
cuando te imagino de madrugada
en la incapacidad de decir:
no quiero salvarme y sin embargo
lo que me arrastra, me vacía,
es recíproco, parece que me voy
pero en realidad
estoy quedándome con vos.
¿Vas a morirte en la desolación
de una clínica o de un barrio
olvidada por tus contemporáneos?
¿Qué preferías? ¿Un río transparente?
¿La mano de un ser querido?
Alguna vez estuviste fascinada
por el oro de la felicidad
y todos sus elementos
y ahora te tocó la llama
de la muerte de cerca;
sería hermoso verte otra vez
deslumbrada, distraída, sentimental;
en fin: yo te escucho
y ocurren maravillas

.-.

VII. Lista de nombres de las personas que hace un año estaban vivas:

Alejandro Schmidt, Juan Forn, Gabo Ferro, Palo Pandolfo, Horacio González, vos.

.-.

VIII. Escribiste un libro sobre el futuro para cuando ya no estés. El futuro no llegó, y vos tampoco llegaste a ver el libro. Qué dicen estos poemas, vuelvo, cuál sería el tema. El fin de todas las cosas, la relación entre el pensamiento mágico, la realidad y los sueños, los avances y las representaciones de la ciencia, el paso de los años, la vida de las plantas, la vida de los animales, tu vida. Me pregunto por qué volver la atención al entorno. ¿Será que la voz del poema se agotó y entonces encuentra por fuera de lo ya vivido una referencia? ¿Un camino y una forma para decir? Y si la voz necesita salir, encontrar un correlato en el mundo, y en su historia, por qué será. ¿Acaso ya la voz no se te estaba apagando –aun así con semejante resplandor e intensidad de fondo– hasta encontrar qué decir? Y así fue.

.-.

IX. En una época trabajabas tus textos con Vicente Luy. Vicente falleció en febrero de 2012. Saltó de un piso en la ciudad de Salta. Es una rima involuntaria, una decisión que termina por delinear un destino. ¿Habrán estado estos poemas escribiéndose en los talleres de Vicente? Vicente partió. Vos partiste. Y tus poemas quedaron aquí. Tomo unas expresiones tuyas: Hay repetición en esta línea de tiempo, espectros que siguen dando vueltas. Cosa de fantasmas.

.-.

X. Me gustaría decir: si para Enrique Lihn el trabajo poético no se hace, no se puede hacer, en el fin del mundo, y eso que supo escribir sobre futuros distópicos de una manera increíble, para vos en cambio la escritura podía ser una artesanía, una canción, un ladrido de Aimé, o tu voz sostenida durante horas. Una vez me dijiste que dejaste de escribir cuando dejaste de soñar. Eras capaz de conjurar el final de cosas, y eras la lumbre para recordarnos que somos finitos y aún así brillamos en nuestro ocaso y de eso trataría quizá este libro.


Poemas no humanos

En agosto de 1803
John J. Audubon iba en camino a Lousiville
y una bandada de palomas voló por encima de su cabeza
eran tantas que eclipsaron la luz de la mañana
Lo que John atestiguó dejó de existir muy pronto
Estas palomas se esfumaron, había hambre en Kentuky
Millones fueron comida barata y miles se pudrieron bajo el sol
cuando un tren descarriló antes de llegar a destino
En 1914 murió Martha, la última de su especie
Se llamaban palomas pasajeras
pero eso ya no importa
Un viejo con sombrero de paja cantó
Yo vi a las palomas que apagaron el sol
Me regalaron un eclipse, a mí y a todos ustedes
Oh sí! A mí y a todos ustedes…

*

Como si el amor no fuera
un ovillo de tejidos, nervios, hormonas, imágenes y olores
Como si privar a las ratas de sus ojos
los ovarios, el olfato y aún así vuelvan a sus crías
lo pudiera confirmar
Como si comprobar que un babuino
que casi muere por falta de contacto
resucitó por el calor de una manta
reafirmaría los afectos
Como si mutilar, privar, desmembrar y quitar
pudiera ser el único acto realizable
una prueba de que el amor es una fuerza arrolladora.

*

Encuentran restos de un verdadero unicornio, dijo un periodista
y se convirtió en noticia en marzo de 2016
en el fragor romántico de los calores en Sudamérica
en el frío siberiano de Siberia, en donde aparecieron
bajo las manos de paleontólogos rusos y kasajos
La verdad verdadera es doblemente triste
lo que se encontró fue un rinoceronte
Los elamosterios carecen de la magia de encontrar agua potable
pero sus cuernos tienen propiedades curativas
En China y Vietnam se pelean por conseguirlos
El último suspiro de un último fue en la isla de Java
Los que quedan van camino a la muerte
y nadie les compuso una canción.



[1] Texto inédito de Mariela Laudecina, que integrará su Obra reunida.


Marcelo D. Díaz es poeta, Lic. en Letras y crítico literario. Textos suyos aparecen en las revistas ADN, poesíaargentina, Veintitrés, no-retornable, Página 12, Hablar de poesía, Otra Parte, Indie Hoy, op.cit, Paradoxa y Ñ. Ha publicado los libros de poemas: La sombrilla de Wittgenstein (Editorial Cartografías, 2007), Newton y yo (Editorial Nudista, 2011), El fin del realismo (Viajero insomne, 2014), Bosque chico (Club Hem, 2015), El arquero real (Borde pedido editora, 2016) y Los cuadernos de Mishima (Deshielo ediciones, 2017).