Ariel Aguirre: Las cuerdas que nos sostienen

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Ariel Aguirre (Santa Fe, 1991) es poeta y narrador, cursa la carrera de Letras en la Universidad Nacional del Litoral. Publicó el libro de cuentos
Dos y Tres (Santa Fe, Editorial 4 Ojos, 2015).  Codirige un taller literario en Santa Fe y es parte del grupo de poesía La Chochán. La editorial Neutrinos (Rosario-La Paz) publicó recientemente el libro de poemas Las cuerdas que nos sostienen (2016). A continuación, presentamos una serie  perteneciente al volumen y una nota, escrita por su autor, acerca de su composición.*

 

 Sobre el pavimento

Un colectivo de larga distancia
nos lleva a un lugar nuevo.
Entre la cortina y tu pelo atado
la ciudad se pierde.
Antes de pisar la autopista vimos
edificios modernos iglesias
una escuela triste.
Nos llamó la atención
una hamaca oxidada
y una larga fila de ropa
tendida en una cuerda
que cruzaba el frente de una casa.
Los chicos jugaban en el basural.
Yo no sé vos qué sentiste
ni si tenías los ojos abiertos
porque en ese momento te acaricié
y después me abrazaste y creo
que los dos nos quedamos pensando
en las mismas cosas.

Necesitamos esa sensación
de la piel en el pavimento
de pisar descalzos la brea
en verano, aunque ahora tengamos
zapatos cómodos.
No te sientas mal
por cosas que no tenés la culpa.
Si el arte fuera burgués
los ricos serían los pobres.
Soltate el pelo y sobre el pasto
pensá en la caparazón de un cangrejo
que bordea la espuma de las olas,
en la huella del pájaro
que pintó sus uñas en la arena,
en el aroma de la flor que robaste
para olerla vos sola.
Yo te entiendo bien y entiendo
por qué lloraste y cantaste
esa canción en el bar.
Y entiendo también por qué
le diste la plata que tenías
para el taxi al pibe que dormía
en la puerta del local.
Tantas cosas pasaron que no sé
qué estarás recordando ahora.
Nos alejamos con comida
con camperas con plata con droga
y parece que nos fuéramos
como en una huida rebelde
infantil, poniendo unas medias
calzoncillos y bombachas
en un bolsito amarillo.

Quizá nos vamos para encontrar
esa ternura ese gesto risueño.
Quizá queremos reírnos
sin tener que encontrar motivos.
Quizá queremos encontrar motivos
olvidar motivos.
Quizá pensemos que las cosas no son así.
Quizá las cosas no son así,
son de otra manera.

 

Simposio de letras

Suena una música de computadora
con ruidos eléctricos precipitados
en lucecitas verdes y rojas
perlitas pop.
Afuera del salón
veo nubes negras y las ramas
que se agitan pidiendo agua.
A nadie le preocupa la tormenta.
Las gotas adentro no mojan
se ponen bajo la lengua
y tienen sabor dulce.

La decoración la bebida los bailes
las mujeres los culos los escotes,
todo es tan elegante
que me da vergüenza tirar
la colilla en el piso. Le pido a un mozo
un cenicero y enseguida
me trae uno de vidrio grueso
grabado con flores.

A Luis se le paró el corazón
antes de patear la pelota.

Cuando daba los últimos golpes
de la colilla en el vidrio,
una rubia cuarentona se acercó
y puso un pucho recién prendido
en la caladura del cenicero.
Me miró pidiendo permiso
y felicitó a mi amigo por su conferencia.
Foucault Nietzche Habermas.
La realidad es un entretejido de palabras.
La realidad es discursiva.
Derrida Deleuze Barthes.
No hay hechos, hay interpretaciones.
Cuando iban por Laclau
mi amigo ya tenía un pie más adelante
el cuerpo inclinado y se pasaba
por los dedos dos tiritas de tela
que sobresalían del vestido.
La única verdad es la realidad.
Me fui a sentar a una de las pocas
mesas que quedaban y pedí otra cerveza.

No existe nada
por fuera del lenguaje.

El corazón de Luis se paró
justo antes de patear al arco.

Es imposible imaginar un mundo
sin palabras, moverse
entre perlitas pop.
Si Luis hubiera pateado esa pelota
si hubiera sido gol o hubiera pegado
en el palo, o la hubiera tirado
a la mierda y estuviera acá
entre nosotros
necesitaríamos hablar
para entendernos.

El cuerpo humano necesita
sangre oxigenada no palabras.
Si los del equipo le decían:
Dale Lucho no te mueras,
dale Lucho no nos hagas esto.
Igual me gustaría que me cuente
qué música estuvo escuchando
qué canción lo desveló.
Aunque podríamos compartir
esta cerveza y quedarnos callados
mirando el movimiento de las luces
o estar en un río fumando o tocando.

Pero Luis tuvo muerte súbita
antes de meter el gol.
Por eso cuando nos juntamos
los amigos siempre lo recordamos.
Lucho Alberto
Rata Lubisito Lubi Uli.
Después del giro lingüístico
entendimos que las injusticias
se lloran con las palabras,
pero ninguna teoría explica
cómo esa pelota no entró al arco.

 

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Las cuerdas que nos sostienen, de Ariel Aguirre, Rosario-La Paz, Neutrinos, 2016

* Nota del autor.
Ayer daba una clase como reemplazante a alumnos de 15 años y pregunté qué entendían por intertextualidad. Después del silencio incómodo, uno dijo: “es eso de que todos los libros hablan de la Odisea”. Pregunté: “¿te parece que todos los libros del mundo hacen referencia a la Odisea?”. No podía decirle que estaba bien, ningún profesor lo aprobaría con esa respuesta, aunque en algún punto tuviera razón.
Envié un libro a Daiana Henderson y Cristhian Monti (editores de Neutrinos) que se llamaba Historias. Después, envié otro libro y una plaqueta, o dos plaquetas y unos poemas sueltos, o poemas o pequeños libritos. Cuestión que al tiempo me llegó un Word donde todo ese material (con cambio de órdenes, poemas descartados, podas) había conformado una serie precisa, y para mi sorpresa, recién en ese momento descubrí que había escrito un libro.
Los poemas, además de ser vistos por los poetas editores, habían sido leídos por gente que admiro mucho: Callero, Belessi, los amigos de la Chochán. Y al mismo tiempo eran (son) extremadamente intimistas, plagados de referencias a cosas de mi vida “real”. La sorpresa fue entonces, descubrir que el libro que quería se había diagramado quizás más en la lectura y en el diálogo que en la escritura, que las cosas propias sobre las que estaba indagando (el amor, la poesía y su música, la lucha interna, el sobreponerse, las sutiles odiseas que nos constituyen y sostienen) en realidad eran una trama, una manta mal extendida con algunos pliegues donde poder identificarme.
Los poemas intentan hablar de eso. Una búsqueda de lo propio a través de lo que no pertenece: el amante, la palabra, el muerto, la subjetividad. Por eso consideré a ese Word como una serie precisa, que coincide con lo que pienso y que coincide con su modo de consumarse finalmente como objeto, con un dibujo, colores, tipografías que constelan. Un entramado dialógico, una manta vieja arrugada, mejorar la escritura con lo que dice el otro, mejorar lo real con la palabra, o quizás en eso consiste la escritura, o quizás a eso se refería Bajtín, o mi alumno, al decir que siempre se vuelve a la pregunta por el origen, a la pregunta del amor, a lo que cuesta sostenerse y a las cosas que lo facilitan y lo permiten.


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