Hernán Sagristá

Falso inanimado*

La humanidad se ha vuelto tan sofisticada que ya no puede ver el mundo como se le muestra ante los ojos. De modo que no solo lo que ven y lo que oyen los hombres, sino también lo que saben que hay detrás, influye en su idea de un lugar.

Robert Louis Stevenson


El ministerio de la belleza

El municipio era la patria y la patria
no era más que belleza. El municipio,
por consiguiente, era indivisible patria y belleza.
El intendente eligió tres de sus mejores hombres
para embellecer la patria que era el municipio.
Los juntó en el Ministerio Público
de Plazas, Paseos y Rocailles. Enemistados
por viejos rencores y por quien se prendía
más de la ubre de la loba, cuando al arquitecto
se le encomendaba una maison folie para realzar
lo galo de nuestro pueblo, ahí estaba el naturalista
a hurtadillas de noche plantando entre los techos y
balaustres, líquenes y musgos de alta regeneración
que expandían la humedad en la obra hasta
debilitarla y otorgarle una belleza antigua.
Si el naturalista armaba linda plaza en las afueras,
iba el jardinero —así le decían al paisajista—
con su pandilla de ítalos albañiles a cementarla
con ornamentos de falsa naturaleza. Si el arquitecto
fumaba pipa inglesa, el naturalista se hacía traer
un calumet de los Pawnee; para no ser menos,
el jardinero armaba su propio bong casero.
Así el ministerio, la patria y su belleza. Dejados
en los puertos, aquellos echados en los pastos
ignoraban que a su alrededor se zanjaba una guerra
mientras esperaban la huelga.


De lo original y la imitación


El lenguaje de la imitación

I.

Si el sol y la ola son ascenso, también caída en recogimiento uno, atolondrada otra. La tenacidad no es incumbencia de la naturaleza, más bien, tentativa voluble al promediar la jornada, de aquel que acarrea la roca por la montaña una y otra vez. La palabra floreció con la insistencia. Allí estuvo el dilema: acomodar las cosas a sonidos impropios o escribir versos de infinitas contracciones onomatopéyicas.

II.

Tararear tiene algo de primitivo; y, cómo cuesta hacerlo en los días de ayuno. Cementar el vacío y acercar la roca capaz de suscitar la frondosidad, es también un inicio para un tallo frágil que, desde la incertidumbre, justamente por su inopia, tiene todo por delante. Sino véase los chasquidos palatales de los bosquimanos o la dicción dactilográfica de una vieja secretaria.

III.

La imitación también es un lenguaje. Planeado un patrón por el cual las cosas se digan con las cosas mismas, presentándolas sin más entre las manos frente a un interlocutor desprevenido; lo habitual aspirará a lo habitual, pero nunca descontextualizado para el sarcasmo. La imitación dice algo que no está en el original. La elocuencia de lo llano se opone a los vericuetos de la roca acopiada roca, pero también, de la roca copiada otra. Roca encumbrada que luego rueda intuitiva por la cuesta para repetir incesantemente el ciclo, huele a palabras infértiles, pero que siempre buscará al tacto, la extracción del fuego, ser el ojo silente que reescribe lo que está por delante en un rapto.


Paganismo

I

Plagiar lo que vino dado esconde una huella que retrotrae al paganismo. Las primeras pisadas en una luz gris. El plagio como una forma de dominio. Pernoctar o divisar; un adiestramiento práctico, la institución de la maña, la pericia, finalmente, la industria. Ahí, donde la autoridad se diluía en lo gregario, el símbolo cayó como un rayo para señalar la correspondencia en lo espiritual.

II

Si el uso se solapó a la religión, la moda cobijó todo bajo sus muselinas. Apoderarse de la roca fue el gimmick; gastarla, no en su literalidad, sino en su metáfora, para volverla materia redundante, vulgar. La roca perdió el aura. Todos quieren tener su roca. Con mi impresora 3D moldeo mi propio bodoque portátil. Finalmente, solo quedará de la roca su reverberación en los animales.


Ludismo

¿Cuándo un artesano deja de ser artesano? Un artesano con ayudita, digamos. Controversia que genera aun en nuestros días hostilidades de entrecasa en el gremialismo. Logias disidentes que surgen por generación espontánea o la genealogía de un Ludd de antaño haciendo de las suyas. Insurrecciones discretas que aguijonean el fervor tapado de la grey, de corromper el orden con acciones vandálicas del tipo relámpago a pequeña escala sobre las rocas imitativas. Estrategia de desgaste, en este caso, lindante con lo literal. Grafitis, rayaduras, fricciones gratuitas, bajorrelieves con escenas picantes, bombas de basura o escombros.  En el fondo, lo que está en juego es un cambio en las técnicas de producción de las falsas rocas y sus derivados. A nadie escapa, dentro de los iniciados, la disyuntiva roca e imitación, sobre la cual el presente compendio trata de echar tenue luz, no despierta disputa alguna ni entusiasmos.  


Estilización

a.

La figura de un venado estilizada hasta volverse irreconocible. En un lugar de América del Norte, una mano primitiva renueva la roca con tintes herrumbrados al fuego. Se aleja para dar aparición a la mirada.  Vivencia machacada hasta el extrañamiento, lo sobrenatural, lo íntimo. Material y soporte son uno. Entonces, la pregunta caída en el silencio por la estilización de la roca. Una gestión de incidente buscará una salida descansada en modelos y patrones, la tentación de cerrar el evento apelando a la escultura, más precisamente, la escultura clásica. Pero en ese caso, estaríamos frente a la roca como medio y no como fin.

b.

La figura de la roca sobre una roca. Tela blanca sobre una tela en blanco. Una transparencia obscura ¿cuál es soporte de cuál? Como usar una remera con el propio rostro estampado. Material, soporte, motivo ¿Una trilogía intercambiable? La figura de la roca sobre una roca es un círculo, en el mejor de los casos, un tipo de polígono de apariencia ridícula. Imagen incompleta. Exige un pájaro que se pose, flores amarillas de alyssum asomándose a su lado, un operario que la parta con un martillo neumático. La tosquedad primigenia de la roca en la cual se inspira intenta una abstracción por cuenta propia. Autosuficiencia desairada por el ojo.

c.

Cómo estilizar una abstracción. Cómo alejarnos de lo que nunca estuvo cerca. Sitiar la semejanza sin tocarla. Aproximarnos furtivamente para luego huir. La cuestión de la descontextualización. Pero ¿qué elemento ya no pasó por ese trance? La roca asumió su actuación de naturaleza de consorcio o amuleto entronizado en la esquina de una habitación zen. Salió, hizo un reemplazo, y nunca nada volvió a su lugar. Pero no se trata de un cambio de aire. Entiéndase la estilización como un proceso en línea hecho de mutaciones de la misma materia; solo posible como resultado de recuperar los restos obtenidos de sucesivas pulverizaciones y calcinados para consagrarlos forma concreta, advenida antojo del espíritu.


Excursiones y otras contradicciones empíricas


Naturaleza falsificada de un parque

Troncos sin anillos de los que la dendrocronología no puede deducir una historicidad natural. Los pájaros conocen bien de que está hecho el silencio que rodea al aleteo. Como sea, siguen imperturbables, un poco cómplices, haciéndose los distraídos para no desentonar.


Milagro

Apenas una luz tabernácula en un punto distante. Altarcito —gruta de la Virgen de Itatí al borde de la ruta. Casita para que no se le vuele el manto por la fuerza de aceleración de una 4×4. Altarcito —gruta de la virgen de Itatí que levantó un albañil por un milagro que solo él sabe. Casita hecha a la técnica antigua de un reino cuasi biológico sólido y no vacilante. Un pájaro se posa en la convexidad duradera. Pronto construye su nido provisorio y vacilante.


El cosmólogo

Se dispuso con cuchara lengua de gato en mano y la obra toda se paró para verlo. Hundió la punta metálica y de un desgarro apartó una porción de energía compacta y homogénea. Con envión de un lanzador de jabalina a una velocidad que pudiera ser mayor que la luz, la arrojó al vacío, en una expansión de millones de grumos que estallaban en otros, que a su vez, se dividían esperando con incertidumbre el ímpetu de nuevos fragmentos ligeros de materia gravitando en el espacio circundante, que se deshacían aún más, o reunían en supercúmulos con aquellos que antes de endurecer improvisaban formas, que tendían a estabilizarse o al menos, adquirir una apariencia reconocible. Universos viscosos que solidificaban, que no tenían vida, pero la animaban en una imitación perfectible.


Jardín

La casa tenía un jardín, un juego de jardín de cemento símil roca. Mesas, sillas, sombrillas, maceteros, farolas, un hornero, un buzón para cartas, la cucha del perro y el perro. Un búho real, un caracol de África, una luciérnaga. Sobre la casa el sueño del cielo propio. Un cielo, por cierto, duro, tormentoso, en falsa escuadra. Desperdigadas, en lo alto, por todo el manto gris y estriado, huellas con formas de palomas, allí donde habían pasado en vuelo con la mezcla todavía fresca.


Loma negra

Casuchas idénticas levantadas en una cuadrícula de maqueta fantasmal. En su plaza la ceremonia que recuerda la primitiva fórmula arcana con llamas elevándose sobre el atanor. Los bajos huelen a azufre. La gran roca madre. Terminado el ciclo de menstruo substancial, el Clínker Portland incandescente enfría, se acopia y sale fragmentado en bolsas debidamente rotuladas. Bolsas de polvo reactivo, fase ennegrecida de un oro ajeno al barrio. El contenido se hidrata en procedimiento mecánico al punto exacto de plasticidad, para moldearse y solidificar en una transmutación de roca nueva; materia liberada del encorsetamiento de su naturaleza inorgánica para consagrarse ficción.


Lo contemporáneo

Quién no quisiera ser roca y estar aquí cuando barran todas estas plumas. Ajena a lo contemporáneo, la roca no se mide con esas ropas. Ahora bien, al menos existe una paradoja. Los humanos siempre fueron simultáneos de la roca, por el contrario, ella, estuvo y estará tumbada por fuerzas azarosas, más atrás y más delante, soberana. Encuentro en la extrañeza, el presente, como conjetura del ojo, nunca recíproco. Con esto, no se pretende negar cierto agotamiento, debilidad que socaba bajo la forma de una envidia extendiéndose en los huecos umbrosos de la roca. Valga una muestra: Las blanduras tibias del lomo animal que se agita moribundo (acaso dichoso) bajo la hierba.  Pero, quién no quisiera ser roca, al menos, por un rato. Señores, les digo, eso es absurdo. Roca se es in aeternum. El rato sería su medida menos atractiva, si acaso, existiera tal parámetro. Tirado en la cama, me sueño su alter ego; silencioso, pesado de traslado, poroso para viajar quieto. Me deshago de todos los accesorios, como la roca, de los arbustos en las alturas. Despierto con la certeza que, aunque me esfuerce, nunca alcanzaré su estatus irreprochable.


* Nota del autor.
Estos poemas son parte del libro Falso inanimado. El disparador de la escritura fueron las rocallas: Paisajes imaginarios realizados en parques y paseos públicos en auge a fines del siglo XIX. Ornamentos que imitaban la naturaleza, especialmente las rocas, a través de la construcción en cemento. Grutas, paseos entre rocas, ruinas rocosas. Pero el tema fue apenas un comienzo del que me fui desprendiendo en las sucesivas versiones. Lo que yacía en el fondo, era la cuestión del original y la copia. La roca, elemento del reino mineral, inorgánica, pura literalidad, y la roca de imitación o falsa roca, una idea, una caja negra de donde podía sacar o meter casi cualquier cosa. Abordar la roca desde distintas perspectivas, roca obra de arte, roca literatura, roca deidad. Falso inanimado intenta ser un tratado sobre la roca y una excursión por sus diferentes variantes, en busca, como decía Ponge, de cualidades inéditas.


Hernán Sagristá (Buenos Aires, 1974)

Poesía
Falso inanimado, Buenos Aires, Barnacle, 2021
Saint Elmo, Buenos Aires, Huesos de Jibia, 2019
Mundos efervescentes, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2017

Links
Más textos y datos del autor en op.cit. «Saint Elmo»
Poemas. En La Infancia del Procedimiento